Los días 21 y 22 de abril se entregaron los premios del Concurso Literario del Centro. Os queremos agradecer a todos vuestra asistencia y a los participantes en el concurso, en especial, su trabajo. Lo cierto es que la calidad literaria de los textos nos dificultó enormemente la tarea de elegir a los premiados.
Por ello, además de los textos premiados, publicaremos una selección de los que no lo han sido pero que se lo merecían igualmente.
PRIMER PREMIO POESÍA: LAURA GUILLÉN DEL VALLE
LOS SENTIDOS DAN SENTIR
Hay sonrisas que son auténticas
bandas sonoras;
indoloras , musicales , espontáneas
encantadoras…
Hay miradas que lo dicen todo.
Hay miradas inmortales que
nunca
se olvidan;
trasparentes , hechizantes , sinceras
seductoras…
Son expresivas poderosas
que traspasan el alma.
Hay miradas que lo callan todo.
Hay manos que sujetan corazones
y derriten el barniz de los dedos
maquillados por pintura.
Calurosas, equilibradas , unidas ,
conectadas.
Hay manos que ahuyentan el miedo.
Hay poder en el silencio,
Siendo en ocasiones el lenguaje
perfecto.
Una armonía profunda y más fuerte
que
todos los ruidos.
Pacífico , armoniosos, maravillosos…
Hay silencios que son perfectos.
SEGUNDO PREMIO DE POESÍA: MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ GONZÁLEZ
La
familia
Mi
padre Ambrosio es muy generoso
cuando
está enfadado se pone nervioso.
Mi
madre Isabelina es muy fina
cuando
ella habla me tomo una aspirina.
Mi
hermano Emilio es muy hermoso
cuando
se enfada se vuelve avaricioso.
Mi
hermano Juanito es muy celosito
cuando
ve a su pareja se vuelve mansito.
Mi
hermano Israel es muy fiel
en
su luna de miel.
Y , para acabar, mi hermano Iván
que
es fenomenal.
PRIMER PREMIO MICRORRELATO: JUAN CARLOS BARRIGA CARRASCO
SALVADO
POR LOS PELOS
Un grito ensordecedor lo detuvo a punto de hundir aquel
navío. ¡Deja de jugar y lávate la cabeza, no te lo digo más veces!
SEGUNDO PREMIO
MICRORRELATO: CLAUDIA SEJAS RIVERO
CORRE
QUE SE VA EL TREN
Veo correr alrededor de mí, corren y corren mientras yo
arrastró mis pies.
Voy con tiempo –pienso- o eso quiero creer, tengo en la
mente presente que voy a llegar tarde a mi cita.
Pero no quiero correr, sin embargo, al verles correr desesperados
por poder coger el tren, ese tren que se va, desesperados por alcanzarlo hasta
el punto de que me golpean con sus piernas, codos, bolsos…Ansiosos por poder
entrar en el último segundo; yo, en cambio, miro tranquila –de pie- desde la
escalera mecánica, observo y pienso que igual lo debería coger, y, por un
instante, lo relaciono con mi vida: ¿Debería correr? Debería arriesgarme a
hacer algo que llevo posponiendo mucho tiempo ¡mi último tren podría ser este!
Corre que se va el tren, escucho gritar a alguien por
detrás de mí y, por un instante, ese grito me empuja a correr y coger ese tren,
pero no lo hago, ya que vendrá otro –pienso-. Lo veo partir y me quedó ahí, en
el andén esperando el próximo tren…
PRIMER PREMIO RELATO: LAURA GUILLÉN DEL VALLE
EL OSCURO COLOR DEL MIEDO
Como todas las noches
anteriores, me encontraba caminando por el filo de la luna. En la infinidad de
la noche, observaba cómo las luces se iban apagando y cómo las mariposas de
color púrpura revoloteaban, en búsqueda de alguna hoja segura. Continuaba con
una mirada atenta y sin dejar de observar cualquier detalle o movimiento que
sobrepasara la normalidad de aquellas
noches en calma, en las que se había creado ya en un continuo fluir, noches
comunes y un tanto inapetentes. Fue en
ese momento, cansada, adormecida,
aburrida, con los ojos agotados y los
pies agrietados y rasgados por los cuernos de la luna, cuando desplegué
mis pies, y decidí saltar hacia la Tierra. Aterricé
y, en mitad de la nada, me encontré a un
hombre allí donde se situaba la puerta imaginaria de acceso hacia la
Tierra Fértil de los Sueños. Por
tanto, me acerque a él. A medida
que iba avanzando e intentaba visualizar su rostro, había algo que me impedía
visualizarlo, se trataba o de agnosia visual
o de algún tipo de magia.
No le quise dar mayor
importancia, así que procedimos a presentarnos.
Su nombre era miedo, y su apodo
era el “señor M”. Seguidamente me situé en la entrada del reinado de aquel
señor. Una vez dispuesta a sobrepasarla, el “señor M” me impidió el paso,
advirtiéndome que si cruzaba el camino empezaría un juego, con unas normas y unas reglas que no podría
incumplir; desear y luchar eran esas
reglas. En caso de ser incumplidas, volvería al cautiverio de mi luna en la que
siempre había habitado, libre de
expectativas y de deseos.
Concluí que aquel juego era
relativamente fácil; que las reglas, en
caso de abandono, resultaban sencillas.
Total, si perdía, volvería donde hasta ahora había estado, era mi cómoda zona
oscura, como aquel jaguar crecido en cautiverio que duerme encima de su jaula,
y vuelve por las noches al cómodo interior de los barrotes. Porque allí creció
y no conoce más.
Así que, tartamudeando, con las piernas temblorosas y
el pulso agitado, confié en mí; y sajé la banda imaginaria que me separaba de
la comodidad de las noches y los caminos oscuros. Me entregué al silencio de lo
desconocido, en una sensación de ausencia, susto y soledad. A medida que avanzaba, me dirigía hacia una luz brillante, tan brillante que abrí bien las pupilas para
no perderme ni un detalle de lo que estaba viendo. Estaba preparada para empezar a recorrer
aquella aventura. Empecé a estirarme, a desafiarme, era el momento de correr
por la expansión de los caminos hacia
mis sueños, tenía que pasar al siguiente
nivel. A medida que iba caminando por la tierra fértil, el calor de aquella
imponente luz penetraba en mi cuerpo, con tanta intensidad que las gotas de
sudor empezaron a brotar por mi frente: cada paso se convertía en una auténtica
pesadilla; el miedo y el abandono se
querían apoderar de mí. Aun así, seguí
caminando. En mi cabeza, tan sólo
asomaba la ínfima parte de todo aquello que podía conseguir caminando. Era una
pequeña voz que me rugía desde mi interior e invadía mi mente,
me gritaba que fuera más allá. Eran mi intuición y mi corazón los que
sabían que no tenía que rendirme y que
todo lo demás era secundario. No iba a
ser fácil, ni lo conseguiría de la noche a la mañana, habría momentos en los
que no sabría qué hacer. Pero fue entonces, cuando comprendí que el juego consistía en atreverme a ir a
donde jamás pensé que llegaría.
Entonces comprendí que la finalidad
del juego no se encontraba verdaderamente en no tener miedo, sino en cruzar todas las barreras ante él.
SEGUNDO PREMIO RELATO: ADOLFO SOTO BALIUS