Recuerdo los días en que jugábamos en la calle cuando llegábamos del colegio, cuando lo único que preocupaba a nuestras madres era que subiéramos a casa a coger el bocadillo de pan con chocolate. Nos poníamos a jugar con cualquier cosa que tuviéramos a mano: unas chapas, una tiza con la que pintar una muñeca (saltando sobre ella), jugar a la rayuela, a la cuerda, con una goma, unas canicas, etc…
Ahora eso resulta imposible porque cuando se sale del colegio hay que ir corriendo a realizar las innumerables actividades extraescolares: danza, ingles, judo, manualidades… y cuando por casualidad tenemos una tarde libre para bajar al parque, por supuesto, con la madre o el padre, porque eso de bajar solos es impensable, hay que llevar un montón de juguetes para luego enfadarte porque no quieres dejar los tuyos a los compañeros de juegos, pero claro… ¡tú si quieres los de los demás!, y terminas peleando.
Ahora eso resulta imposible porque cuando se sale del colegio hay que ir corriendo a realizar las innumerables actividades extraescolares: danza, ingles, judo, manualidades… y cuando por casualidad tenemos una tarde libre para bajar al parque, por supuesto, con la madre o el padre, porque eso de bajar solos es impensable, hay que llevar un montón de juguetes para luego enfadarte porque no quieres dejar los tuyos a los compañeros de juegos, pero claro… ¡tú si quieres los de los demás!, y terminas peleando.
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