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Una tarde gris, un campesino muy humilde se encontraba en su pequeña granja realizando sus labores del campo y se sentía muy satisfecho porque su única vaca le había proporcionado suficiente leche para venderla en el mercado. Este era el único ingreso que había en la casa. Cuando regresó a su casa por la noche, sorprendió a su mujer y a sus hijos con el abundante dinero que ganó en el mercado con la venta de la leche y con un pavo que había comprado para cenar. Con el dinero restante saldaron todas las deudas que tenían pendientes.
Se marcharon todos a dormir muy felices, sin saber que al día siguiente no tendrían tanta suerte. La vaca enfermó de tal manera que no se tenía en pie y no daba leche. Tras varios días sin ingresos económicos en la casa, el campesino desesperado no sabía cómo afrontar la situación mientras observaba a su mujer y a sus hijos hambrientos.
Un día llamó a su puerta un viajero pidiendo posada ya que se estaba haciendo de noche y el pueblo se encontraba lejos de aquel lugar. El granjero y su familia compartieron con él lo poco que les quedaba de comida y le ofrecieron una cama donde dormir.
A la mañana siguiente, el viajero les ofreció su ayuda a cambio de que el granjero le acompañase a un gran precipicio que se encontraba cerca de la granja. El campesino se imaginó que iba a tirarse por él y terminar con su vida, pero lo que él pretendía era tirar a la vaca, y así lo hizo. El granjero, muy enfadado, pensó que el viajero quería dejarle en la ruina y lo echó de la granja. Antes de irse, el viajero le regaló una bolsa con algo de dinero y le deseó suerte. Su intención era agradecerle lo que la noche anterior habían hecho por él. Había comprendido que la vaca enferma podría contagiar a su familia y arruinar por completo la granja de sus anfitriones.
Unos años más tarde, el viajero volvió a pasar por la granja y se dio cuenta de que era más grande y había muchos animales encerrados en corrales y establos que antes no existían. Cuando el campesino vio al viajero sintió mucha alegría y fue hacia él para darle un gran abrazo. Le agradeció lo que había hecho con su vaca, le contó cómo había invertido el dinero que había en la bolsa y cómo había trabajado muy duro junto a su familia durante estos años. Le confesó que sin su ayuda nunca se hubiera desprendido de la vaca enferma y nunca hubiera logrado la estabilidad económica que ahora tenía para su familia.
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