miércoles, 3 de febrero de 2010

Marrakech, por Manuel Cerrato


Imagen de Wikimedia.

Marrakech, Tierra de Dios en árabe, es una de las más importantes ciudades de Marruecos, cuenta con 1.545.541 habitantes y está al sur del país, al pie del Atlas, a 466 m.de altura. Cuenta con numerosos monumentos patrimonio de la Humanidad que la convierten en el principal atractivo turístico del país.

Es, junto a Meknes, Fez y Rabat una de las cuatro ciudades imperiales de Marruecos. Fue fundada en 1602 por los almorávides y fue la capital del Imperio islámico.

Estos eran mis conocimientos cuando tuve la oportunidad de visitar esta preciosa ciudad de Marruecos en abril del 2009. Al cruzar el avión el estrecho de Gibraltar, mi primera sorpresa fue contemplar un país muy parecido a Andalucía.

La llegada al aeropuerto y el trayecto hasta el hotel no lo olvidaré jamás pues me supuso una vuelta a la Andalucía de mi niñez. La ciudad de Marrakech tiene muchos lugares comunes con Sevilla, Córdoba y Granada y la mezquita de la Koutoubia es una copia de la misma época de la Giralda de Sevilla.

La ciudad posee el mercado tradicional más grande del país y una de las plazas más concurridas de África y del mundo, Djemaa el Fnaa. En la plaza se citan acróbatas, cuentacuentos, vendedores de agua, bailarines, músicos y encantadores de serpientes. Por la noche, la plaza se llena de puestos de comida, convirtiéndose en un gran restaurante al aire libre. Es todo un espectáculo, declarada “patrimonio oral de la humanidad” por la Unesco. Son muy interesantes sus zocos por su colorido, diversidad de aromas, telas y objetos de orfebrería y cuero. 

Es un placer para los sentidos el recorrido por sus calles, parques y jardines, que te trasladan al mundo de leyenda de las mil y una noches. Es una ciudad de contrastes, donde podemos ver desde palacios majestuosos a barrios del medievo y donde el color rojo es su señal de identidad. Son originales los carros tirados por burros por el centro de la ciudad.

Es indignante ver la miseria en que viven tantas personas, y sin embargo, cuanta felicidad y dignidad se observa en su comportamiento. Este viaje me ha enseñado que tenemos bastantes más cosas en común de lo que imaginaba con el pueblo marroquí.

Ha sido para mí una experiencia gratificante y animaría, al que tenga en proyecto viajar fuera de España, visitar esta sorprendente ciudad. Además, los precios del viaje, hoteles y comidas son muy interesantes y sus gentes, en general, muy amables.

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