viernes, 10 de junio de 2022

Concurso Relatos literarios "estaciones de paso"

 

PRIMER PREMIO RELATO: ANA FERNÁNDEZ MOVELLÁN

ALGÚN DÍA…

No recuerdo muy bien cuando esta afición mía, pasó a convertirse en una necesidad.

Desde pequeña, mi juego favorito era mirar y observaba todo lo que estaba a  mí alrededor. Fui una niña silenciosa, introvertida, siempre a la sombra de todo lo que pudiese brillar.

Mi abuela, me llevaba todos los domingos a las estaciones de trenes en Madrid. Íbamos a la estación del Norte, a la de Atocha, o a la de Chamartín y allí, pasábamos la mañana. Mientras paseábamos, ella me contaba una y otra vez que el abuelo había sido maquinista de trenes. Yo contemplaba ensimismada el ajetreo que toda estación tiene. Atocha es mi estación favorita; es mi estación de paso por excelencia, donde por suerte, soy invisible para el resto de las personas que transitan por allí. Me gusta especular con la vida de las personas que veo. Ellas van deprisa, a lo suyo, y eso, hace que no reparen en mí.

 —Alta, distinguida, de unos… cuarenta y alguno, está nerviosa—. Me digo bajito en tono conspirador. La sigo con prudencia entre las plantas del vestíbulo-jardín, mientras ella acelera el paso y sonríe cuando localiza su tren.

Al remodelar la estación de Atocha, pusieron el invernadero en el lugar donde antes había andenes y vías. Ladrillos y vigas vistas, se mezclan con cientos de plantas de numerosas especies traídas de otros países.

 —Me encantaría ir a todos esos lugares. Un día, seré yo quien camine rápido para coger un tren que me lleve muy lejos de aquí. No, no puedes irte, tienes que volver—.  Insiste mi voz interior.

 Antes del accidente era mucho peor; ahora tan solo ocupa un lugar en el sillón. Desde allí, me censura y me castiga con su mirada ya que sus cuerdas vocales, ahora son incapaces de emitir sonido alguno. Recuerdo que me ponía a temblar cuando oía el ruido de la llave en la cerradura. Su olor a sudor y a alcohol me provocaba nauseas. Sus gritos, sus insultos me bloqueaban; a veces no me controlaba y me hacía pis encima.

 —Ese día, está confuso en mi memoria, ¡te acuerdas perfectamente! ¡Lo quieres olvidar porque te hace daño!—. Me reprocha mi conciencia.

 Dije que se cayó y no preguntaron más, pero fui yo quien le empujó por las escaleras, fui yo quien demoró la llamada a los servicios de emergencia, fui yo quien le abandonó sangrando e inconsciente para salir corriendo y refugiarme aquí en la estación, para no pensar, para huir de él... Si hubiera tenido valor y dinero, me hubiera dirigido a una de las ventanillas y hubiera cogido un billete de tren con destino a miles de kilómetros de aquí.

— ¡Sí!, ya me acuerdo… Fue a partir de ese día cuando me obsesioné con la estación y con las personas que van de paso e imaginar sus vidas en la mía—.

Los fines de semana acuden más familias a visitar la estación. Muchas de ellas llevan al estanque sus mascotas. Pequeños anfibios que empiezan a ser incómodos en casa. Observo a los padres y el trato que dan a sus hijos e hijas. Me emociona especialmente sus muestras de protección y cariño.

El nunca me ha querido ni protegido. ¡No me quería, cuando me decía que era su niñita! ¡No me quería, cuando me acariciaba de ese modo que me hacía temblar y sentirme sucia!  ¡No me quería  cuando me obligaba a seguir sentada a su lado, chillándome si no era capaz de controlar el llanto!

Cuando nos dejó mamá, yo tenía catorce años e iba al instituto. Nunca se me dio bien estudiar. El único provecho que saqué de la escuela fue mi afición por la lectura. De vez en cuando, iba a la biblioteca municipal y sacaba libros en préstamo. ¡Hasta eso le molestaba! Más de una vez, cuando entraba en cólera, me quitaba el libro de las manos y lo lanzaba contra la pared o le arrancaba hojas esparciéndolas por la habitación. Chillaba enloquecido, diciendo: “esos libros te van a llenar la cabeza de pájaros,  como se la llenaron a tu puta madre”. Sabía, que diciendo eso me hacía daño; su cara ardía al recordarla y se ponía más violento. Yo, esquivaba sus golpes y salía corriendo de casa hasta llegar a la estación, donde poco a poco, iba recobrando la calma.  Allí, me sentaba cerca del estanque, miraba a mí alrededor y eso me serenaba; respiraba hondo, y me secaba el sudor por el esfuerzo realizado y por la rabia contenida.

Llevo  muchos tiempo con la idea de que tengo que poner fin a esto, de que tengo que huir de él y dejar de vivir con esta carga, que me atenaza.  Pero siempre vuelvo. Soy consciente que cada día que pasa, es otra batalla ganada que le brindo. Lo noto en el modo que tiene de mirarme cuando llego a casa, en la mueca forzada de su distorsionada boca, intentado sonreír mostrando su victoria.

Sé que tengo que dejar de pensar en cómo viven los demás, para empezar a vivir por mí misma. Sé, que tengo que soñar mis propios sueños. Sé, que a estas alturas de mi vida, seguir mirando, no me resolverá los problemas. Y también sé, que las estaciones de paso, son el principio de un camino, que algún día iniciaré.

Algún día

 



SEGUNDO PREMIO RELATO: JAVIER GONZÁLEZ GÁLVEZ 2 C

El humano perfecto

En un lugar del universo, en un lejano planeta llamado Próxima Centauri, se encontraba un Dios cualquiera terminando su creación, un ser humano. Era un joven muchacho de no muchos años de edad, perfecto, al cual se disponía a transmitirle los conocimientos necesarios para poder vivir y evolucionar a lo largo del tiempo…

- Eres mi más perfecta creación y créeme si te digo que han sido varios intentos hasta conseguir una obra maestra como tú. – dijo al niño mientras le concedía la capacidad del pensamiento y el habla…

- Bueno, ya está. Puedes pensar por ti mismo y hablar sin problema para poder comunicarte. Ahora te daré una buena dosis de imaginación para que puedas crear… - y prosiguió con su tarea.

Cuando terminó, el muchacho despertó. Parecía sobrecogido al ver el precioso paisaje de aquel territorio inhóspito. Y así era; la belleza de aquel lugar era impresionante. Los colores del cielo, brillantes y camaleónicos; sus dos lunas enfrentadas girando una alrededor de otra, como si bailaran; la tierra y su olor da vida con toda su variada fauna, las flores y sus millones de fragancias…

Cuando reaccionó, se dio cuenta de que no estaba solo y vio aquel rostro sonriente de ese Dios cualquiera, y entonces le preguntó:

- ¿Quién eres? - y el Dios respondió.

- Soy tu creador. - El niño, extrañado, volvió a preguntarle.

- ¿Y qué soy yo?

- ¡Pues un ser humano! Y perfecto, dicho sea de paso. Te he diseñado a mi imagen y semejanza y también he añadido nuevos ajustes y mejoras. Piensas, sientes, hablas… con el paso del tiempo llegarás a ser un creador, como yo.

El niño, algo contrariado, quería saber porque le había creado y antes de que pudiera soltar la primera palabra para preguntar, el Dios se adelantó y dijo.

- Sé lo que vas a preguntar. Siempre os preguntáis lo mismo. – y se echó a reír.

- Te he creado porque puedo. Hace muchísimo tiempo yo era un ser humano, como tú. También fui un niño. Crecí y evolucioné hasta convertirme en lo que soy. Lo mismo que harás tú cuando llegue el momento y estoy seguro de que lo harás infinitamente mejor que yo.

- ¿Hacer qué? - preguntó el muchacho. A lo que enseguida respondió aquel Dios.

- ¡Pues qué va a ser! Te he concedido el don de la vida, solo tienes que vivir. Te contaré mi historia para que conozcas mis errores, así no los cometerás tú.

Como ya te he dicho, hace mucho tiempo fui un ser humano. El lugar donde vivía, ya no era acogedor para los seres vivos de aquella Tierra ni para la vida en general. Yo, junto a un pequeño grupo de personas, fuimos enfermándolo poco a poco. Tenía poder, controlaba toda la sociedad. Pero la ambición creció en mí hasta que me controló, y yo… me dejé controlar, lo reconozco.

- ¿Y qué es la ambición? - le preguntó el chiquillo curioso.

- La ambición es un deseo muy intenso por conseguir algo a lo que es muy difícil acceder, amigo mío. A veces ese deseo nos gobierna de tal manera que no nos importan los medios, siempre que consigamos lo anhelado. Y eso mismo es lo que me ocurrió a mí durante muchísimo tiempo.

- Y ¿ qué anhelabas ?

- Poder. Simplemente poder. Poder para tenerlo todo…

- Pero ¿ qué es el poder ?

- Pues el poder, es la capacidad de hacer algo, lo que se te ocurra, sin que nada ni nadie te impida realizarlo. Por ejemplo, te he creado porque puedo; porque tengo la capacidad de hacerlo y nada me lo ha impedido, ¿entiendes?

El muchacho, en su inocencia, aún no entendía muy bien los conceptos que le explicaba aquel Dios, pero no porque no estuviera capacitado para comprenderlos, no los asimilada porque le había creado para no sentir el deseo de poder, ese que te hace perder el juicio. Y el Dios continuó.

-Como te decía, ya casi no se podía vivir allí. Todos los seres humanos, en más o menos grado, estábamos poseídos por la ambición.

Tenía un peso importante en la sociedad. Un reducido grupo y yo, controlábamos las sociedades de aquel lugar. Nuestro ansía de poder hizo que perdiéramos la cabeza e hiciéramos cosas horribles a nuestros hermanos. Les dividimos para mantenerles enfrentados. Provocamos conflictos, guerras crueles en las que las personas morían sin saber por qué luchaban. Creamos enfermedades para tenerles controlados mediante el miedo. Inventábamos problemas en el más absoluto secreto con el fin de que nuestros hermanos nos pidieran ayuda y poder controlar sus vidas aún más… y todo para conseguir lo anhelado, que no era más que el poder absoluto, el control de todo… de hecho llegamos a controlarlo todo, incluso las mentes de nuestros hermanos. Les utilicé para llegar a ser lo que soy hoy, el Homo Deus, el último paso en la evolución. Logré extirpar mi conciencia e implantarla en una máquina diseñada para viajar por el universo. Diferentes IA programadas se encargan de mantener mi cuerpo, sin necesidad de alimentos ni agua, ni órganos para procesarlo todo. Me mantengo vivo, y siempre será así, con la energía del cosmos… y tú, pequeño amigo, llegarás a ser un Dios como yo.

El chico, horrorizado tras escuchar aquella historia, no pudo contener las lágrimas, se echó a llorar y dijo.

- ¡Yo no quiero ser como tú! Si para conseguir algo que quiero debo pisar a mis hermanos, prefiero no existir. ¡No quiero vivir sabiendo que hay una ambición capaz de transformarme en un monstruo!

El Dios sonrió de nuevo y se emocionó al ver la reacción del chico y le dijo.

- Ojalá hubiera dado yo esa respuesta en algún momento. Los errores que cometí fueron crueles. Me arrepiento muchísimo. No pasa un día en el que no me fustigue por mis actos. Pero para eso te he creado a ti. He querido dar una nueva oportunidad a la humanidad para que podáis evolucionar en paz, sin odios ni envidias, sin mentiras ni ambiciones dañinas. Te dejo todo el conocimiento para que seas capaz de formar una sociedad de paz, respeto a la tierra que os cobija y a todos los seres que la habitan.

Entonces el Dios se marchó sin apenas despedirse. No sin antes recorrer aquel planeta, llenándolo de seres humanos.

Su historia marcó a aquel primer habitante de ese planeta inhóspito.

Con el paso del tiempo aquel niño creció y enseñó a todos sus hermanos y hermanas los conocimientos que su creador le había transmitido y juntos, formaron una sociedad libre de conflictos, respetuosa con la vida en todas sus formas, donde jamás se pensó en el interés individual y en la que todos y cada uno de sus habitantes terminaron evolucionando hacia el Homo Deus, extendiéndose por todos los rincones del cosmos y llevando la paz y el amor allá donde se produjera un conflicto.

El Dios cualquiera, arrepentido de los terribles actos que cometió en el pasado pero feliz de ver cómo su creación, al cabo de los siglos, llegó al culmen de su evolución, se despojó de su cuerpo artificial para poder dejar escapar su conciencia y la dejó libre para formar parte de cada minúscula parte que forma la vida en el universo.

 Por fin reinó el amor por el resto de la historia de los universos…




ANÉCDOTAS DE LA INMIGRACIÓN EN MADRID

Mientras en Bolivia el barrio donde se yo me crie, solo necesitas pocas horas para invitar a un nuevo vecino a tu casa, y poco menos de tres días para pedirle prestado dinero, aquí en Madrid puedes pasar años saludando con un seco “hola” al vecino, del que no llegas a conocer ni su nombre.          

-Tú aquí fíjate muy bien con quién te relacionas, si no quieres llevarte decepciones – me advirtió Miriam mi ex compañera del instituto que por casualidades del destino, me la encontré en una de las estaciones de metro, una tarde de verano.

Miriam había abandonado los estudios en mi país para venir a España, en busca de un futuro mejor era una excelente estudiante se caracterizaba por estar en todas las campañas de beneficio social que se organizaba en el colegio. Miriam era de esas personas serviciales siempre dispuestas a hacer el bien sin mirar a quién, aun cuando, en algunas ocasiones le pagaran mal.

En una de esas ocasiones tuvo como protagonista a José Ignacio, un hombre atractivo invidente que Miriam veía todos los domingos sentado en una banca del parque de Prado longo uno de los parques más frecuentados por los latinos. Allí solía acudir José Ignacio con su lectura de baile, para escapar del calor sofocante de la tarde veraniega. Miriam le observaba desde la banca de enfrente donde ella también se sentaba.

Un domingo de Julio Miriam se percato, de que algo raro le ocurría a José Ignacio. No llevaba su habitual libro de lectura y notaba que con frecuencia se llevaba el pañuelo a los ojos. Conmovida por su sensibilidad que la caracterizaba se acercó a la banca y entablo conversación con el hombre.

-¿Estas bien? Pregunto ella.

-oh! Sí – contestó con prevención.

Pero luego de un rato la invito a sentarse en la banca. Le conto una larga y conmovedora historia de abandono por parte de su familia, Miriam se conmovió tanto con la historia, que esa tarde lloró con él en el banco del parque, desde ese día se consolidó entre ellos una aparente amistad. Siguieron encontrándose en el parque.

Hasta que un día José Ignacio la invitó a conocer su casa había pedido una rica cena y después de varios vinos y una agradable conversación, el hombre se levantó, sin decir palabra alguna, le puso la llave a la puerta y comenzó a desnudarse. Empezó por los pantalones, pero no alcanzó a continuar, porqué Miriam sin dar crédito a lo que estaba viendo, dio varios pasos hacia atrás y gritó.

-José Ignacio, ¿ qué haces ? – pero este no contestó y camino hacia adelante, con un semblante completamente desconocido para Miriam.

-José estas confundido conmigo, me estás faltando al respeto – volvió a gritar Miriam moviéndose de derecha a izquierda buscando con la mirada el lado más despejado hacía la puerta.

José Ignacio no decía nada, solo giraba hacía el lado en que Miriam lo hacía, apuntándola con su miembro viril como si se tratara de un dedo acusador.

-Era una polla enorme – me contó después, además me juró que aquel enorme miembro parecía servirle a José de radar, porque al más leve movimiento que ella hacía, este se giraba sosteniendo el pene con las dos manos, justo hacía donde ella iba – me lo describió haciendo graciosamente la mímica con sus manos.

Miriam se dio cuenta que nada hacía entrar en razón a José, quien cada vez acortaba la distancia que los separaba. Optó entonces por afrontar la situación, tomando el toro por los cuernos y así lo hizo literalmente. José se acercó hasta tenerla al alcance, pero cuando abrió los brazos para abrazarla, Miriam agarró su miembro con sus uñas, le dijo con voz fuerte y toda su indignación:

-me dejas salir ya, o te la arranco.

No hubo necesidad de eso, por supuesto, porque José Ignacio ahogando un grito de dolor, sacó del bolsillo de la camisa la llave de la habitación y se la entregó.

Miriam no volvió a saber de aquel irrespetuoso invidente y el incidente tampoco disminuyó su espíritu solidario, ya que por ella misma me entere, que trabaja como voluntaria en una ONG visual.

Cuesta mucho hacer amistad o tener vecino en Madrid. Sobre todo si pretendes conseguir a los primeros con la idea amiguera que tenemos los latinos, Mi abuela me decía que un vecino es el familiar más cercano que tenemos.

Lo supe desde  el momento en que uno de mis vecinos cortó con un portazo indiferente mi intención de desearle unos buenos días precedidos de una amable sonrisa. Supe también que ese es otro chip que hay que cambiar en la aventura de la inmigración.

 

Dinelza Achá





O quizás me gustaría más, emociones de paso…

Cuando somos pequeños nos enseñan de estereotipos creados por la sociedad:-,”las niñas pueden llorar pero los niños son hombrecitos que si lloran son maricas”. ¿Hasta qué punto ha afectado psicológicamente esto a los jóvenes?...

La importancia de hacer más hincapié en los problemas mentales al igual que los físicos es un tema del que se debería hablar más a menudo en las noticias y reuniones políticas. La gente muere diariamente de cáncer al igual que de suicidios por depresión, ansiedad, anorexia y demás. Muchas veces la “cura” de ese mal es prevenir a tiempo con amor, atención, tiempo de calidad, comprensión… mucha comprensión.

Constantemente los padres escucháis disparates como: “mamá, me veo gorda”, seguido de un “ay hija no digas tonterías”, seguido de risas en común. La madre lo toma como si nada, pero tu hija se va al espejo  viéndose “gorda” y aparte de con el dilema de que no tiene a alguien al lado que la comprenda y la haga entrar en razón.

Como este hay muchísimos más casos, más variedad y cada uno diferente al anterior. Cada persona vive su guerra interna y no somos nadie para opinar sobre los sentimientos de los demás, ni siquiera tu propia familia. Por eso hablo de la importancia de la salud mental, y el porqué es más trascendental aprender a gestionar las emociones, enseñar cómo resolver el enfado, la tristeza, la ira, el miedo… a enseñar la raíz cuadrada de veinticinco entre dos.

No solo esto, sino las críticas constantes de los adultos hacia nosotros: “no trabajes tan joven. Si no estudias no serás nadie en la vida” o “mejor ponte a trabajar, no te va a servir de nada estudiar tanto, hay gente con títulos y en paro”.


¿Cómo los padres arruinan la salud mental de sus hijos?

1. Castigándolos por cometer errores honestos, causando ansiedad si no son perfectos.

2. Comparándolos con otros niños creando inseguridades.

3. Haciendo todo por ellos y nunca permitiéndoles tomar decisiones propias, lo que no nos enseña responsabilidades o habilidades para resolver problemas.

4. Sólo reconocer cuando hacen algo malo, y raramente elogiarlos. De nuevo, más ansiedad por no ser perfectos.

5. Compartir tus problemas de adulto con ellos. Más ansiedad cuando sienten que tienen que arreglar tus problemas. Existe algo llamado “conversaciones de adulto”. Sinceramente no creo que haya una edad de oro para hablar con tus hijos de temas maduros. Todos los niños manejan esto de manera diferente. A algunos les gusta ayudar y ser parte de las decisiones familiares, y otros no pueden manejar cuando no pueden ayudar. Pero una cosa es hablar de finanzas con los adolescentes para que entiendan que el dinero no crece de los árboles y otra es hablar con un niño de 6 años sobre cómo no puedes pagar el alquiler y puedes terminar sin hogar.

6. Proyectando tus esperanzas y sueños en ellos. Tal vez la pequeña Laura no quiera ser abogada. No la matemos con una depresión porque odia su vida ya que la obligaste a vivir tu sueño en vez del suyo.


7. No te disculpas cuando te equivocas. Esto hace que el niño piense que es culpa suya cada vez que algo sale mal. 


8. Falta de comprensión, el miedo de los jóvenes a no querer decir un suspenso o su primer novio por temor a ser castigados o juzgados en vez de entendidos.


9. Los problemas de los adultos son graves, pero los de los jóvenes son “tonterías”. Este es el mayor de los motivos por el cual los hijos no confían en sus padres, por el cual prefieren encerrarse en su cuarto a llorar, por el cual muchos acaban en drogas o en temas de la calle.


La confianza en los padres es el pico de la pirámide para la estabilidad mental de los jóvenes. Marca mucho la diferencia saber que te vas a equivocar y mamá te apoyará, te aconsejará y no te sumará más ansiedad diciéndote que “la cagaste”.

Con esto quiero llegar (a decir) a que amamos tal y como nos amaron, de que empatizamos como empatizaron con nosotros, que somos lo que vivimos, que nosotros creamos las barreras, miedos e inseguridades en base a nuestra infancia y a los tratos que nos han dado las personas que han ido y venido de nuestra vida y las que siguen, personas de paso, emociones de paso. 

 

 

 

Sofía Zuluaga Marín.




ESTACIONES DE PASO.

A la vida, nos la pintan como bonita aunque nuestras circunstancias sean malas siempre nos dicen que hay que ver lo bonito dentro de lo oscuro y que la luz para ver el camino solo la puedes encender TÚ, aunque me costó mucho trabajo y años entender esto, encendí  la luz y era cierto, empecé a ver a el camino, aunque en ese camino hubo muchos baches los sobrepase con esfuerzo y lucha.

 

Nací en una ciudad que aunque era pequeña a su vez era grande, más que la propia capital de esa provincia, pero por motivos de trabajo mis padres tenían su casa a unos pocos kilómetros de esa ciudad la cual era Talavera De La Reina.

Mi padre me llevaba siempre en coche a Talavera para poder ir a la escuela y a la hora de la salida me recogía y me llevaba a casa , tenía que hacerlo en coche porque había unos cuantos kilómetros de distancia de mi casa a Talavera, por ese motivo digamos que era un niño solitario, debido a necesitar un medio de transporte para poder ir a estudiar y para poder ir a la ciudad, lo que hacía a veces imposible que  me pudiese quedar con mis compañeros o celebrar un simple cumpleaños con ellos así que crecí con la mera compañía de mis padres y unos cuantos animalillos que teníamos por casa.

Desde que era pequeño, algo dentro de mí sabía que no estaba “bien”, me sentía diferente a mis compañeros/as cuando los veía, aunque siempre había pensado que quizás yo era más rudo debido a vivir en medio del campo, sin más.

Yo siempre me he considerado un niño alegre y hasta que no tuve más o menos 6 años no me di cuenta de que ese era el problema, que en mi cabeza me consideraba un niño y mi forma de vestir la mayoría de veces, era la de un niño pero mi físico era de una niña…Si, Nací en el cuerpo de una niña, con un nombre diferente a el cual hoy es el mío y unos órganos genitales correspondientes a el cuerpo femenino.

 

Según me fui haciendo más mayor, la cosa se complicó bastante más, yo y el resto de mis compañeros empezamos a crecer y se empezaron a pronunciar bastante más mis facciones y atributos femeninos, lo que en vez de haberme traído una adolescencia “normal” solo me trajo bullying. Imagínate una chica de 13 años que en vez de querer empezar a maquillarse y vestir con minifalda-escote, vestía con pantalones holgados, sudaderas y deportivas…A todo eso súmale siempre el desespero de considerarte un hombre mientras todos veían a una mujer...los días en la escuela se convirtieron en un horror y los que con 5 años habían sido mis amigos con 13 eran mis enemigos.

 

Empecé a tener faltas de asistencia, prefería provocarme algún vómito o fiebre antes que ir otro día más a ese infierno, con ello empezaron a venir las malas notas y los suspensos, repetir de curso y un largo etc. que solo iba a complicarme la vida.

 

A los 15 años decidí dejar definitivamente cualquier vínculo con la escuela y con los chicos de mi ciudad y quedarme siempre en mi casa, así que a los pocos meses decidí contarle a mis padres que había nacido en el cuerpo equivocado y que yo no era su hija, sino su hijo, aunque a mi madre no le costó entenderlo, pues ella siempre se había dado cuenta de lo que había a mi padre le costó bastante más, lo entendí, pues a

Su edad y con sus pensamientos, la mayoría fascistas, el no veía eso posible, aun así le di su tiempo e intente que él lo entendiera pero en esa época nunca lo hizo….

Tras varios meses de discusiones en casa, y de que mi propio padre se avergonzara de mí, decidí coger mis maletas, sin dinero, con la única ayuda de mi pareja de ese entonces, y su familia, la cual para mí es y será todo… Emprendí mi viaje… tenía que encender mi luz, ya que yo solo veía oscuridad…me fui a la capital, Madrid. Se me hizo enorme, nunca había estado aquí nada más que para ver a familiares y jamás había cogido un metro. Me tuve que buscar la vida…desde bien temprano empecé a trabajar en cualquier cosa…empecé a informarme sobre mi caso y buscar médicos que me ayudaran con mi tema, y lo conseguí, conseguí ser quien me propuse, encendí mi luz y lo vi, vi la felicidad, perdí amigos, familiares etc. Pero gané mi felicidad, a los 16 años y medio ya era para todo el mundo Yeray y enterré a la otra persona la cual me llevó a ser quien soy, aunque siempre le estaré agradecido a ella, soy feliz y respiro gracias a ser él.

Con 22 años a día de hoy, y nadie acordándose de quien fui, puedo decir que la vida es bonita, aunque a veces no lo creamos y que la vida son solo ESTACIONES DE PASO y hay que vivirla, como nos venga, pero sobre todo, como NOSOTROS QUERAMOS.

 

 

FIN.

 

  

Yeray Franco.2-D


 

LO QUE EL CORAZÓN SE LLEVE

 ¬Todo comenzó en la primavera 2001, cuando estaba llegando a casa, me encontré con una situación poco habitual, estaban los bomberos en nuestro edificio apuntalando algunos pisos por un problema de obras y nos dijeron que teníamos que abandonar nuestras viviendas mientras duraran las obras.

Yo por aquel entonces vivía con mí pareja Marcos, llevábamos dos años de relación y cuando nos dijeron que la obra duraría unos meses decidimos, yo irme a casa de mis padres y él a casa de los suyos, pero para mí esta decisión fue un golpe muy duro, yo estaba muy enamorada de Marcos y pasar tantos meses separada de él sería durísimo, pero al final así hicimos, nos veíamos poco por los horarios del trabajo. Un viernes yo quería quedar para tomar algo y él me dijo que se encontraba muy cansado que nos viéramos al día siguiente que ese día había tenido un día duro de trabajo. Le dije que vale que mañana nos veíamos y así quedó la cosa, pero al rato llamé por teléfono para comentarle una noticia que estaba viendo en la tele de un caso parecido al nuestro caso con la casa, cuando su madre me dijo que no estaba en casa, que había salido con su amigo Mario a tomarse algo para distraerse un rato, yo me quedé de piedra en ese momento, me sentí engañada, el que no quisiera quedar conmigo , me dijese que estaba tan cansado para quedar conmigo y que no iba a salir y luego se fuera con su amigo.

Al día siguiente tuvimos una bronca monumental, hasta me colgó el teléfono, estuvimos varios días sin hablar, iba llorando por los rincones y sin ganas de hacer nada, cuando un viernes por tarde estaba en casa aburrida y llorosa, llegó mi hermana Myriam y me pregunto - ¿ qué te pasa ? Porque lloras.

-Yo le conté lo que había pasado, y me dijo que había quedado con unos amigos y amigas que me fuera con ella a tomar algo para distraerme un poco; Así que tras insistirme mucho acepté a irme con ellos. Me lo estaba pasando genial después de estar tantos días amargada y triste por lo sucedido, mi hermana me presentó a sus amigos y ahí estaba él, "Vicente”.

Vicente es hermano de Raúl, mi actual cuñado, estando yo en el baño oí de repente a Vicente y a mi hermana hablar, él le decía que yo era muy simpática y le había caído muy bien que, si salía con alguien, mi hermana le dijo que mi pareja y yo nos habíamos dado un tiempo y que lo estaba pasando un poco mal, desde ese día empecé a parar más a menudo con ellos Vicente era muy atento siempre conmigo empezamos a tener más confianza, él me contaba sus cosas y yo las mía, a mí me gustaba cada vez más y al él le pasaba lo mismo. Por otro lado, Marcos tuvo una disputa con su madre y ella le echo de casa, él me llamó y me dijo que se iba a ir al piso que si le dejaba un colchón ya que no teníamos ningún mueble. Y le podía ayudar a llevar sus cosas y así podríamos hablar, yo acepte y le ayude. La cosa andaba muy tirante yo iba por casa todos los días, pero él no estaba, empezó a parar con una gente un poco chunga del barrio, iba a buscarle a donde él estaba si íbamos a cenar los dos solos estaba normal pero cuando le dejaba en casa después él me decía que de momento nos íbamos a dar un tiempo, yo me quedaba fatal pensaba que lo estábamos bien y luego me salía con esas, así que decidí empezar hacer mi vida por mi lado Vicente seguía dándome todo su apoyo yo era sincera con él en todo momento y él se enfadaba del comportamiento que tenía Marcos conmigo, decía que él no me merecía.

Así que como he comentado antes yo empecé a ir a mi rollo, la amistad con Vicente era más fuerte, entonces algo pasó; Marcos se dio cuenta que yo me estaba alejando y que su vida poco a poco se estaba desmoronando, así que su comportamiento empezó a cambiar venía a búscame al trabajo me llamaba varias veces al día, así que yo decidí darle otra oportunidad, hablé con Vicente y le conté lo que iba hacer, él me dijo que me estaba equivocando pero que hiciese lo que yo quisiera que aunque él se quedaba hecho polvo porque yo le gustaba mucho, él siempre estaría ahí para apoyarme.

Al cabo de los años tuve dos hijos con Marcos me terminé separando porque hasta el día de hoy soy consciente de que Marcos nunca cambio, Vicente por su lado lo pasó fatal, se casó tuvo dos hijos y es feliz, él y yo seguimos manteniendo una relación de amistad y familia, y a día de hoy sé que cometí un grave error al tener miedo al cambio y no hacer lo que en ese momento mi corazón sentía.



Carolina Alcaide.





NO ES CÓMO EMPIEZAS, SINO CÓMO TERMINAS

Alan era un pequeño niño que tenía tan solo 10 años cuando empezó a madurar antes de tiempo debido a su situación familiar. Nació y vivió en un barrio madrileño llamado Aluche en la época de los años 90. Al cabo de los años, Alan fue padre de familia, consiguió muchos logros y éxitos y todo gracias a su coraje y sus ganas de crecer como persona. No podría haber imaginado lo feliz que llegaría a ser, gracias a su lucha constante, pero también hay que decir que no tuvo un camino fácil sino todo lo contrario, un camino lleno de obstáculos.

A muy temprana edad la separación de sus padres le marcó mucho y le hizo ser un pilar fundamental en casa para su madre y sus hermanas, con el abandono de su padre del hogar. Como pasa en muchas familias cuando las cosas entre el matrimonio van mal, los padres se separan, pero él no lograba entenderlo porque todavía no tenía esa capacidad mental por su corta edad y también influenció la unión que tenía con su padre.

Un día cuando alcanzó la edad de los 14 años, al ver a su madre llegar de trabajar cansada, con las piernas hinchadas después de estar más de 10 horas detrás de la barra de un bar, decidió al no poder ver a su madre así, dejar de estudiar y ponerse a trabajar para poder ayudar en su casa económicamente. Eran su madre, sus dos hermanas y Alan, que ya se había convertido en todo un hombre y había aprendido el significado de la familia, sobre todo el valor que para él tenían las mujeres, por vivir rodeado de ellas.

Él siempre recordaba y le daba mucha importancia la cantidad de veces que cuidaron de él tanto sus hermanas como su madre y en bastantes ocasiones las hermanas eran las encargadas de ir a buscarle.

-Patricia y Noemí, ¿Podéis ir a llamar a vuestro hermano para que suba a comer?

-Si mamá, creemos que está jugando al fútbol en el parque.

Las hermanas fueron al campo de fútbol donde Alan siempre iba para desconectar de todo y disfrutar como un niño normal. -Alan, dice mama que subas ya para comer

-Vale, enseguida subo.

El enseguida subo era de promedio una hora más tarde, debido a que Alan nunca veía el fin para dejar de hacer lo que más le gustaba.

 Jugaba en el club del Carabanchel, hasta que dos lesiones de rotura del brazo, truncaron su sueño de intentar llegar a ser profesional.

 Seguía trabajando mucho para poder ayudar en casa y cuando sus hermanas terminaron de estudiar enfermería, empezaron a trabajar en un hospital y así también ayudaron económicamente en casa. Fue entonces cuando su madre, más aliviada económicamente, cambió de trabajo y empezó a disfrutar más de la vida, que ese era el principal objetivo de Alan, ver a su madre feliz.

Con la edad de 18 años y al ver que todo iba mejor en su casa, Alan que trabajaba 14 horas al día y ya tenía algo de dinero ahorrado, le dijo a su madre si podían hablar.

-Mamá, me gustaría comentarte una cosa y que me digas tu opinión.

-Cuéntame hijo, ¿Qué necesitas?

-Me gustaría ya que todo en casa va mejor, independizarme y comprarme un piso.

 -Me parece una fantástica idea hijo mío, eso es un bien que tendrás toda tu vida.

 Con el consentimiento de su madre, Alan se embarcó en la compra de su casa y a lo largo de unos años se casó y formó una familia.

Consiguió ser ese padre ejemplar que él no tuvo y sobre todo dedicó tiempo y disfruto de su hija, que para él era lo más valioso que tenía.

Consiguió un buen trabajo con el paso de los años, aprobó una plaza para el ayuntamiento de Madrid y terminó los estudios que en su día no pudo terminar.

Tuvo una conversación con su madre cuando consiguió todo esto que le marcó bastante.

 -Hijo mío, quiero que sepas que estoy muy orgullosa de ti, de tus logros, de lo buena persona que eres y de lo buen marido y padre que te has convertido.

 -Gracias mamá, todos los principios y valores que tengo los aprendí de ti.

-Estoy muy feliz por tener los hijos que tengo: Familiares, leales y fieles. Sois unas personas magníficas.

-Mamá la vida no es cómo empieza, sino cómo termina, hay que crecer siempre como persona y valorar lo que te rodea.

-Así es hijo mío, solo tenemos una vida y tenemos que disfrutarla y ser felices.

-Lo intento mamá y lo consigo día a día gracias a las personas que me rodean y lo que tengo claro es que todas las personas al final de nuestra vida terminamos en el mismo sitio, la diferencia al terminar nuestro paso por aquí, es que tu recuerdo, por la persona que has sido, permanezca vivo siempre en el interior de nuestros seres queridos por siempre. Esas palabras emocionaron a su madre, se fundieron en un abrazo apoteósico y la madre en ese mismo instante, la recorrió una cosa por dentro de su interior que la hizo sentir la mujer más afortunada del mundo.

 

 

 

José A Villar





ESTACIONES DE PASO.

 Aún recuerdo el momento en el que tuve miedo a cantar, tenía 8 años y en medio de una presentación olvidé la letra.

 – ¿Que te pasó? ¿Por qué te bajaste del escenario de esa manera? 

– mi padre tenía el ceño totalmente fruncido.

 – Se me olvidó la letra papá – estaba avergonzada.

 – Yo creí que estabas preparada para esto, uno siempre tiene que estar listo para todo lo que pase en esta vida ¡No te metas en cosas si vas hacer el ridículo!

 – me regañó delante de los demás participantes. Estaba decepcionado, siempre había apostado por mí, él quería que la gente conociera el talento que tenía. Estuvo todo el camino enseñándome que un artista no tenía miedo, que si lo tenía, había que vencerlo.

 – ¿Qué clase de cantante serás, si abandonas a tu público, solo porque tienes miedo?

 – Nunca he tenido miedo de nada papá, así como no tengo miedo de decirle que no voy a volver a cantar jamás

 – salí del coche corriendo hacia casa.

 Desde ese día, una parte de mí no volvió a ser la misma, no tenía la seguridad de volver a subirme a un escenario y hacer lo que tanto amaba, cantar.

 Pasaron los años, a los 15 conocí al hombre que pensé que sería el amor de mi vida, Tomás, tuvimos una relación bonita al principio, sin embargo, cuando me quedé embarazada, siempre dudó que el bebé fuera suyo.

 Mi madre me sentía rara y decidió indagar para ver cuál era el problema.

 – Mami, voy a tener un bebé – llorando. Me abrazó tan fuerte, estaba tan angustiada y decepcionada.

 – ¿Cómo se lo voy a contar a tu papá? 

– No se preocupe, se lo voy a decir como se lo dije a usted.

 – Cuando regrese tu papá, ya no puedes estar aquí.

 – ¿Cómo? ¿A dónde me voy a ir?

 – Con el papá de tu bebé, él se tiene que hacer responsable. Se tiene que casar contigo – decidida.

 Mis padres siempre fueron muy tradicionales, hice mis maletas y me despedí de mis 3 hermanos, nunca olvidaré el gesto de mi hermano mayor, era como de decepción, tenía ganas de decirle tantas cosas, pero quien estaba destrozado era mi hermano pequeño. Fue el único que se dio cuenta que Tomás era mi perdición. Fue el día más triste de mi vida.

 Llegué a casa de Tomás, donde su madre y sus hermanas, no me recibieron dichosas. Esa noche le expliqué a Tomás que no dejaría mis estudios, el se negó por sus ideales machistas que tenía arraigados, ahí descubrí su verdadera forma de imponer su voluntad, me golpeó en la cara y eso fue el principio de todo. No obstante, nunca me di por vencido, seguí yendo a clases, más adelante me graduaría con las mejores calificaciones de mi promoción. Llegó el día más esperado de mi vida, nació mi pequeña, Rosie. La mejor prueba de paternidad fue ver la cara de su familia, era idéntica a Tomás. Siguieron pasando los años y la convivencia con Tomás era cada vez peor, me golpeaba por todo, no podía verme arreglada porque pensaba que estaría con otros hombres, me había destrozado tanto física como psicológicamente. Un día no pude más y no supe pedir ayuda, opté por la vía más fácil y me tomé un frasco de pastillas. Mis dos hermanos mayores llegaron a tiempo, me llevaron al hospital y me internaron en un centro de rehabilitación. Allí estuve varias semanas hasta que por fin me dieron de alta.

Tomás y yo, estuvimos separados varios meses desde que salí del centro. Él visitaba a Rosie y siempre me traía un ramo de rosas, intentando conquistarme de nuevo. Volví a caer, quedé embarazada de nuevo y él volvió a dudar como la primera vez. Tomás nunca cambió, siempre imponía su voluntad de la misma manera, así que decidí separarme de nuevo.

Durante mi embarazo, trabajé en un banco, siempre atendía a un cliente que ingresaba montos de dinero muy altos, así que me armé de valor para preguntarle. Él trabajaba en bienes raíces y me explico, que tenía que seguir un curso para ejercer. Antes que naciera, mi segunda hija, Celia, terminé ese curso y después de varios meses pude trabajar, por lo que económicamente, me estaba yendo bien. En un año pude comprarme mi casa para mí y mis 2 hijas. Sin embargo, todavía me hacía falta, lo que tanto me hacía feliz cuando pequeña, cantar.

Por una apuesta con una compañera de trabajo, subí al escenario de un bar a cantar, hice a un lado mi miedo. Mi padre alucinó cuando le conté que volví a cantar, había pasado más de 20 años desde lo sucedido. Él tenía un amigo con una disquera, me llevó a grabar mi primer disco, ellos siempre creyeron en mi talento. Mis canciones y mis presentaciones solo sonaban en bares, pero poco a poco las personas me iban conociendo, hasta que un día escuché por primera vez una de mis canciones en la radio. Desde entonces mis canciones ahora las escuchan miles de personas, he llenado estadios y conseguí el sueño de aquella niña de 8 años. Mi vida no ha sido nada fácil, ha sido muy difícil. Podría comparar mi vida a la de una oruga que se arrastra por los suelos, que sufre mucho y que pasa por situaciones difíciles, pero la naturaleza es tan sabía que a través de la metamorfosis esa oruga se convierte en una mariposa y llega un momento que puede llegar a volar libre, con todos sus colores, como lo estoy haciendo yo.

 

 

Miriam Quisilema.





ESTELAS DE HUMO


-        Cielo, ¿Estás despierta? Vas a llegar tarde…

-        Sí, Sabino, ya me levanto.

Para Inés aquel viernes no era un día más de trabajo. Llevaba más de 30 años siendo la guardesa en el paso a nivel de la línea de ferrocarril que unía Irún con Hendaya. Cada día, durante todos esos años, había visto pasar por allí miles de trenes. La suya podría ser una de esas voces que cuentan miles de anécdotas e historias vividas al borde de las vías.

Aunque desde hacía unos meses Inés y la alegría que le solía caracterizar en su trabajo se habían esfumado. Ya no se levantaba con ilusión y apremio por afrontar cada jornada, ahora la monotonía y la tristeza se habían apoderado de su rutina. Los aires difíciles que se vivían aquel septiembre de 1936 hacían muy complicado el día a día. Varios episodios de una guerra civil marcaban su vida.

Pero hacía tres días que algo había roto aquella monótona rutina. Un comunicado oficial del gobierno había llegado a su pequeña casa en aquel remoto paraje: “El próximo viernes 18 de septiembre un convoy ferroviario cruzará la frontera con la misión de realizar una expedición infantil a Francia… Se le comunica para su conocimiento mediante el presente documento y se le solicita su colaboración para asegurar el paso de dicho convoy por nuestra frontera para asegurar que los niños que en él viajan puedan llegar a su destino, lejos de las zonas de conflicto”… “El maquinista del tren le hará entrega de un documento acreditativo en el que está reflejada la misión del viaje. Se le agradece su comprensión y colaboración”.

Estuvo nerviosa toda la mañana, con cada sonido escudriñaba la lejanía en busca de alguna señal que le indicase que aquél era el tren que esperaba. Hacia las dos de la tarde sonó un silbato que por horario no se correspondía con ningún tren programado. Se puso muy nerviosa, cerró la barrera y salió a las vías haciendo señas con su banderín rojo hasta que el convoy se detuvo a su altura. Un hombre canoso, de unos 50 años bajó de la locomotora. Por su uniforme supo inmediatamente que se trataba del maquinista. Tenía la cara llena de arrugas, los ojos cansados y un gesto general de abatimiento, pensó en la cantidad de kilómetros que aquel hombre habría recorrido a lo largo de su vida y en la cantidad de historias de las que habría sido cómplice, podría decirse que aquel hombre era un altas de geografía humana.

Recibió el documento de sus manos manchadas de hollín, lo leyó con detenimiento y pudo comprobar que aquel era el tren al que hacía referencia el comunicado. Aquella era

La “expedición infantil” que transportaba a los niños y niñas al exilio. Todo estaba en orden.

Mientras elevaba la barrera hizo un pequeño gesto al maquinista. Él se despidió de ella y puso de nuevo en marcha el tren, dejando tras de sí una estela de humo negro.

Cuando Inés volvió a la garita el corazón todavía le latía con fuerza, no terminaba de comprender muy bien lo que acababa de ocurrir, su pensamiento estaba todavía puesto en aquel documento que había tenido unos segundos en las manos cuando abrió la puerta acristalada, se quedó perpleja. Frente a ella un muchacho, de unos 4 años, de grandes ojos negros penetrantes la observaba. Le había abierto el bolso y había sacado el almuerzo que Sabino le había preparado esa mañana, daba besos en el pan mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas.

Por un momento Inés pensó echarlo de allí, bastante dura era la vida en plena guerra para un capataz de vía y una guardesa, pero no pudo sino pensar en la vida que le esperaría a ese niño, separado de su familia y con la herida perpetúa que crecer en plena guerra civil ya le había provocado. No pudo sino abrazarlo y colmarlo de besos.

-       “Te llamaré viernes” le dijo.

-       “Tengo hambre”, contestó el niño.

Le llevó a casa, le baño y le sirvió un caldo de puerros.

Desde ese primer día Inés tuvo claro que no se convertiría en la madre adoptiva de aquel niño, supo que su misión con él sería procurarle unos años de amor y cariño, saciar su hambre y mitigar sus pesadillas, hasta que la guerra llegase a su fin y pudiese volver a buscar a su familia, allí donde fuese que sus caminos se hubiesen separado.

Desde ese primer día Inés tuvo claro que la incertidumbre, el miedo y la masacre socaban nuestras certezas y convierten a las personas en algo perecedero, efímero y fugaz para los demás, al fin y al cabo, en estaciones de paso.




Ángel Luis de Miguel



Estación de paso

La fría luz de la mañana, penetro a través de las sabanas que cubrían su rostro.  Una placida quietud fue abandonando su cuerpo. Se gira para levantarse y se percato que le faltaba una zapatilla. Extendió el brazo por debajo de la cama y palpo el suelo hasta encontrarla.

Con un ligero movimiento se puso de pie, se dirigió hacia el baño, después de lavarse la cara para despejarse se enfundo el albornoz del motel. Abrió la puerta de la habitación mientras giraba la cabeza para comprobar que su acompañante seguía durmiendo.

Al final del solitario pasillo se encontraban las maquinas de café, hielo refresco, agua y tentempiés. Busco en su pequeño monedero una moneda para un café y se llevo la grata sorpresa de que el café esa de buena calidad. Volvió a la habitación y no se encontró a nadie por el pasillo.

Corrió las cortinas y una luz blanquecina invadió todo el espacio. Era una mañana nublada pero el cielo estaba completamente iluminado. El humo y sirenas de las fábricas cercanas junto con el goteo incesante de vehículos anunciaban una nueva jornada.

Un camión de la basura irrumpió en la escena como un elefante en una cacharrería. Dos operarios con sus cascos de ciclistas se pasaban los cubos con una destreza innata.

Agarro el café con las dos manos mientras contemplaba el parking semivacío, cerró los ojos mientras apuraba otro sorbo. Sintió el frio de unos brazos que rodeaban su cintura y las manos entrelazas en su vientre. Al mismo tiempo el cálido alentó al dar los buenos días de su acompañante. Contrasto con su fría oreja.


-Voy a ducharme.- Y se alejo de ella pero no antes dar su opinión sobre el magnífico aroma del café, lo que produjo una sonrisa en ella.

Encendió la televisión, busco algún canal que dieran las noticias, pero como en casi todos los hoteles del mundo los canales de televisión no estaban organizados. Pronto dejo de buscar y decidió guardar sus pertenencias. Encendió su teléfono y vio que le empezaron a llegar multitud de mensajes seguidos, que retumbaron en sus oídos como una ráfaga de disparos. Miro por encima algunos mail del trabajo, se detuvo en uno para  en uno para abrirlo, le informaba de una reunión a las 12 AM. Pensó en la larga jornada que venía por delante. El sonido del agua de la ducha la hizo recordar que debía de llevar a su hermana paralitica a sus clases de natación.

Su  acompañante salió del cuarto de baño, la pregunto que si le apetecía desayunar. A lo que ella contesto que sí.

Al cabo de veinte minutos estaban preparados para abandonar la habitación, pero aquella salida sería diferente. Las dos sabían que sería la última vez que se cruzarían sus destinos.

Las dos bajaron las escaleras en silencio


 

Gustavo Angulo

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