lunes, 26 de enero de 2009

El último viaje, por Blanca Vidal


Hace unos meses, los medios de comunicación se hacían eco de esta asombrosa historia: una niña británica, Hannah Jones, con tan sólo 13 años pero con una madurez y una valentía inhabituales, rechazó un trasplante de corazón, lo que asombró a todo el mundo.
Enferma de un tipo raro de leucemia desde los 5 años y con una grave cardiomiopatía, con una expectativa de vida de unos seis meses, esta adolescente que ha madurado a la fuerza decidió que no quería someterse al trasplante de corazón que podría salvarle la vida, y lo justifica así: “Lo más probable es que, a mí, un corazón nuevo no me sirviera de nada, pero, en cambio, puede salvar la vida a otra persona”. Además, no quiere pasarse lo poco que le quede de vida en un hospital, un lugar que tras 8 años de ingresos sucesivos y dolorosos le trae malos recuerdos, y la niña prefiere que su vida se apague tranquilamente y en paz junto a su querida familia, lo que para ella es lo más importante. Debido a su enfermedad, sólo fue al colegio desde los 9 a los 12 años; y ahora, gracias a un benefactor anónimo, pudo hacer realidad su sueño: visitar Disney World con sus padres y hermanos, en el que probablemente sea el último viaje de su vida. Gracias a su sueño cumplido, pasó los días más felices de su vida abrazando a Mickey, aunque sus padres con la alegría teñida de tristeza tratan de pasarlo bien por la felicidad de su hija.
Esta historia nos hace valorar cada minuto de vida y al mismo tiempo respetar el querer morir con dignidad.

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