miércoles, 13 de enero de 2010

Las pequeñas cosas, por Ascensión Sanmartín Varea

Imagen de Wikipedia.

Tengo que reconocer que hay anuncios televisivos que me gustan mucho, como aquél en el que se ve una plataforma petrolífera en donde un grupo de trabajadores habla de lo que hará cuando tenga vacaciones. Cada uno va diciendo sus deseos: ir a ver un partido, estar con su mujer, ir al campo... Comprendemos de inmediato que están hartos de perder el balón en el mar, de no poder ver a la novia, de no oler más que salitre y algas. Le llega el turno al último de ellos, su deseo es simple, sentarse en una terraza al atardecer y saborear una cerveza. Su sueño causa extrañeza. Todos protestan… ¡Pero si están tomando una! La cámara enfoca el suelo donde cada uno ha dejado sus respectivas cervezas. No se puede leer la marca. Solo se ven las tres primeras letras. Van sobre un papel azul. Creemos que es una “sin”. Y entonces nuestro hombre dice lo de: «Señores, seamos serios…, ¡he dicho una cerveza!». Lo que viene a continuación es algo maravilloso. Un primer plano de una copa que van llenando con una cerveza dorada, fresca, que empaña de inmediato el cristal. Realmente crack, como dicen mis alumnos. Tengo que decir que el anuncio me conmovió al ver a aquellos hombres trabajando en condiciones extremas y que expusieran lo que ellos realmente deseaban. Esas cosas pequeñas, esos momentos que hacen que el día haya tenido sentido. ¿Serían estas cosas deseables el equivalente de la felicidad para estos hombres duros, hechos a la dureza de la mar? Estas actividades cotidianas como jugar un partido de fútbol con unos amigos, oler el perfume de la tierra en una tarde de verano, amar y sentirse amado por los seres queridos o incluso la paz de saborear una cervecita en una tranquila terraza.

Estas son las cosas pequeñas o no tan pequeñas que les hacen felices. No voy a analizar cómo se llegó a estas conclusiones, ni si se ha hecho una encuesta previa a la elaboración del anuncio, pero creo que se ha acertado con lo que realmente queremos. Yo hubiera podido ser una de las encuestadas, a las que le toca en el corazón el olor del campo al atardecer, el hacer un deporte compartido, aunque prefiera el senderismo, y el disfrutar de una terraza escondida en el barrio viejo de cualquier ciudad o villa pescadora. Y ustedes, ¿se sienten identificados con estas pequeñas cosas?

No hay comentarios: