jueves, 14 de enero de 2010

Las pequeñas cosas, y II, por Ascensión Sanmartín Varea


Imagen de Greenpeace.

Como continuación de mi post de ayer quiero deciros, amables lectores, que es momento de ponernos serios, porque no deseo hablar de publicidad, no; lo de ayer era un preámbulo para hablar del hombre, este animal social que habita la Tierra, porque de lo que realmente quiero hablar es del estado de salud de nuestro planeta, nuestro hogar, y de los últimos datos sobre el calentamiento global del mismo.

Sé que sabemos de qué va el asunto. Cada día hay en la prensa alguna noticia. Datos sobre expediciones al Ártico, datos sobre el cambio climático, sobre el avance de la desertización, pero la tinta negra contagia de su frialdad al tema en cuestión. Y es aquí cuando vendría bien aquello de que una imagen vale más que mil palabras. Os cuento: me tocó trabajar el clima en una de mis clases, y como se debe aterrizar en nuestro ahora salió a relucir lo del cambio climático. Sí, sabemos que se debe al efecto invernadero y éste, a su vez, a las emisiones de dióxido de carbono (CO2), pero, ¿qué está emitiendo esas peligrosas emisiones? No, no me digáis que las ventosidades de las vacas. Les tengo mucho amor, me he criado cerca de ellas, incluso me las he llevado al prado a pastar, pero esa es otra historia.

Las pobres vacas contribuyen, pero, ¿qué me decís de la emisión continua de gases de los medios de transporte, coches, aviones, de nuestras centrales térmicas, de nuestras calefacciones y nuestros aires acondicionados? Todo contribuye a recalentar el planeta. No estamos hablando de una subida de décimas de grado centígrado, hablamos de una subida media de dos grados, lo suficiente para que ocurra lo que ya está sucediendo: la capa del Ártico ha adelgazado unos doce kilómetros en los últimos años, los icebergs se deshacen a trozos delante de nuestros ojos, y de lo que es peor, delante de los osos polares que buscan desesperadamente hielo firme donde poder pescar y hacer los cubiles para sus crías. Ya nada es seguro, deben estar en un eterno caminar para buscar alimento y sus crías están en peligro constante por el deshielo.

¿Cómo nos va a afectar a nosotros?, que es lo que nos importa. Pues ya lo estamos viendo: las lluvias suelen ser torrenciales y arrasan todo lo que se pone a su paso; los ciclones son más continuos, con toda la destrucción y muerte que traen consigo; los períodos de sequía se extienden y las zonas ya tocadas por este mal lo tienen más crudo. Pongamos el ejemplo de la sequía en el llamado cuerno de África, concretamente en Etiopía, el agua a la que se puede acceder ya no tiene esas condiciones de potabilidad necesaria. Las consecuencias, multitud de niños con gastroenteritis, deshidratados, madres que no tienen leche para amamantar a sus hijos... ¡Ah, pero qué lejos nos queda todo! Pues no es así, no toda nuestra agua dulce es potable, eso lo sabemos, los ríos están contaminados en sus cuencas altas, donde suelen ser utilizados para abastecer de agua a las poblaciones próximas, y nuestros acuíferos corren el riesgo de sufrir infiltraciones contaminantes. Para ejemplo, ese pueblo del País Vasco, Carranza, en donde el agua de la traída ha tenido que dejar de tomarse por contener sustancias nocivas para la salud. Los vecinos van a los manantiales y fuentes naturales a buscar el agua para beber y guisar. Pero los análisis de éstos han demostrado también estar contaminadas. Uno de los contaminantes es nada menos que arsénico. Nos quedamos sin palabras.

Me podéis decir que nuestro planeta ha sufrido desastres mayores, como la supuesta lluvia de meteoritos que oscureció la atmósfera y causó la desaparición de vegetales, incapaces de seguir con su función clorofílica. Consecuencia posible, la desaparición de los herbívoros de gran tamaño. Sí, los dinosaurios. Y ahora, ¿no están tomando similitudes las condiciones de nuestra biosfera? Sabemos que los daños del actual efecto invernadero serán irreversibles. Pero, ¿podremos frenar estas emisiones?, ¿seremos capaces de desarrollar a tiempo las nuevas energías renovables y alternativas? Los gobiernos tienen la palabra. Unos se lo toman más en serio que otros. Pero nosotros, ¿seremos capaces de sacrificar nuestro natural egoísmo para contribuir a evitar el desastre? Y nosotros, los maestros, nos implicaremos lo suficiente para dar a conocer lo que está ocurriendo. ¿Seremos capaces de ver la luz con el dolor de nuestros ojos? Yo tengo esperanza en que sí, sólo tenemos que ver esas imágenes, no nos quedaremos indiferentes al dolor de nuestros semejantes, los humanos, ni de los animales, con los que compartimos un mismo destino, el hábitat, en este hogar común que es nuestro planeta.

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