jueves, 8 de mayo de 2008

Y llegó la hora de mi jubilación, por Eulalia García

Y me llené de júbilo. ¡Qué bien! ¡ Adiós a los madrugones, adiós a los jefes, adiós a los ataques de responsabilidad en el trabajo, adiós a tantas y tantas obligaciones!
Y empecé a pensar qué podría hacer con tanto tiempo como iba a tener para mí y en hacer todo lo que no había podido hacer antes, en vivir esta etapa de mi vida como había vivido las anteriores, intensamente, pero con la gran diferencia de que era mucho más libre.
Saqué el carné de conducir, dediqué tiempo a desarrollar aficiones manuales y también llegué a la conclusión de que no podría vivir en consonancia con mis tiempos si no aprendía a manejar ese artefacto tan misterioso, complejo y necesario como es el ordenador.
Y así es como tomé contacto con el Centro de Adultos Daoíz y Velarde. Y así es como tuve la oportunidad y la suerte de conocer a unos excelentes profesionales de la educación de adultos como son los profesores que me han atendido. Tanto Luis Fernando como Gonzalo han puesto todo su empeño, su paciencia y su mucho saber en enseñarme, y yo mi curiosidad y, ¿por qué no decirlo?, mi interés en aprender.
Y aquí sigo un curso más. Ya va para cuatro años, peleándome día a día con archivos, programas, páginas web, formularios y demás.
Pero a veces me pregunto cuánto tiempo más podré continuar. Porque por mucho que aprenda siempre será más lo que me quede por aprender.
Tengo ya setenta y cuatro años. Cada año tengo la costumbre de cumplir uno más y cada día se me hace más difícil acceder al centro. Hay demasiadas escaleras y esperamos y deseamos un ascensor que ya está casi terminado.

No hay comentarios: