miércoles, 12 de junio de 2013

La aspiradora desengañada, por Jan Carlos Tejada Mosquea

Érase una vez una tienda de electrodomésticos en la que “vivían” un sinnúmero de diversos aparatos extravagantes, que estaban orgullosísimos de las funciones tan útiles que desempeñaban.

Las neveras, por ejemplo, presumían de mantener frías las bebidas, el ventilador, que siempre mantenía una postura recta y un tanto presumida, se vanagloriaba por refrescar a quien le adquiriera, la lavadora de limpiar la ropa y así eran todos los demás, solo les importaba quién lo hacía mejor y quién tenía más calidad.

Pero había alguien diferente, una aspiradora de aspecto triste, solo se dedicaba a ver a los demás compañeros presumiendo y vociferando sus encantos.

La fregona, que era un tanto observadora e inteligente, notó que no era como los demás electrodomésticos y que no mostraba conformidad por sí misma.

Pasaron varios días hasta que la fregona decidió acercarse amablemente a la aspiradora y le preguntó: “¿Por qué siempre estás triste? ¿Qué te impide ser como las demás?”.

La aspiradora se mostró un tanto sorprendida puesto que nunca nadie había tenido un gesto amable con ella y mucho menos le había dirigido la palabra.

“Mira a nuestro alrededor son todos maravillosos, tienen grandes e importantes funciones y  yo solo fui creada para la inmundicia”, y a pesar de tener una linda imagen, mi uso no me proporciona el valor que merezco.

La fregona – tras unos minutos de silencio –  le brinda una sonrisa con una pizca de sarcasmo, y le contesta –“pero mírame a mí -le dice mirándole a los ojos- yo hasta el pis de perro tengo que secar y no solo eso, mi amo me tira  del pelo cada vez que el suelo está sucio y mojado, y aun así pienso que no es motivo para derrumbarme, a mí no me interesa que  reconozcan mi valor, en mi interior sé lo que valgo y es mi fuerza para vencer todo obstáculo y ser feliz como soy”.

La aspiradora avergonzada, se dice en sus adentros, “Dios, en qué estaría   pensando,  mira esa pobre fregona cuál es su destino y yo quejándome”.

La fregona se despide, pero antes le dice: “Sé feliz como eres y lo que hagas hazlo con amor  y esmero y eso, solo eso, te hará grande”, y mientras hablaba se iba alejando.

Al pasar  un tiempo entra una señora y pide opinión por un electrodoméstico que le facilite el día a día. Entre cientos de ellos la aspiradora fue agraciada.

En ese momento supo su valor, no por ser seleccionada, sino por la conversación que tuvo con esa encantadora fregona y prometió hacer su trabajo con amor y alegría.

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