jueves, 13 de junio de 2013

Visita al Barrio de las Letras, por Amalia Daimiel Fernández


Aunque sea poco edificante saber que Quevedo, más ancho que largo (y no es difícil) expropió con gran placer a Góngora de la que fue su casa o que el pobre Cervantes tenía que cambiar de casa más que de ropa. Es verdad que todos sabemos que la mejor y la mayor parte de la literatura surge de la angustia y no de la dicha. Escribía mejor Lope tras el desengaño de Elena Osorio que desde la corta y aburrida paz que encontró en Dios. Y, por supuesto, la difícil vida de Cervantes es directamente proporcional a la genialidad de su obra. Por todo, la visita al Barrio de las Letras, en el que se escenificaron  las tensiones y mezquindades de nuestros grandes autores nos los hace  más asequibles porque algunas de sus historias son las claves de su genialidad.


Pero, lo que más nos satisface es saber que la literatura o el arte tienen la clave de la inmortalidad reviviendo en nuestra mente a través del recuerdo la fuerza de los creadores que se han vertido en sus personajes o en sus poemas. A ellos se los llevó el tiempo pero sus obras se mantienen en nuestro recuerdo. Como Cadalso quiso desenterrar  a su amada actriz en la Iglesia de San Sebastián para superar la desesperación, nosotros hemos resucitado un poco a nuestros autores con un paseo por sus lugares.

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