jueves, 26 de noviembre de 2009

El Ángel, por Mario Santamaría Álamo

Imagen de Wikipedia.

La Tierra, esa enorme bola llena de odio, guerras, masacres, dolor. Pero hay algo que la salva, y es el amor que el ser humano puede transmitir.

El día comenzó como otro cualquiera, yo sentado en mi nube de algodón mientras el viento me abrigaba con sus brazos transparentes. Pero los buenos momentos no duran siempre, y en la lejanía vi la figura del hermano Anselmo volando con sus blancas alas hacia mí.

—Sealiah —dijo Anselmo, fatigado—, Dios quiere verte inmediatamente, dice que tiene una misión para ti.

Sin preguntar, mis alas blancas se expandieron y me alzaron a lo más profundo del cielo, en la lejanía se aparecieron ante mí las puertas del Cielo, aquellas puertas que con tanto celo guardaba San Pedro desde hacía ya tantos siglos. Del cinturón de su túnica colgaban las llaves doradas que abrían las puertas del lugar a que todos querían entrar, ya fueran ángeles u hombres, pues no todos los ángeles han visto el cielo, algunos llevan siglos en la tierra realizando las labores que Dios les encarga y llevan mucho tiempo sin ver su hogar, cosa que les apena mucho. Viven con la ilusión de ser llamados por el Señor para volver al cielo.

—Buenos días, Pedro, ¿qué tal va el día?

—Buenos días joven Sealiah, pues la verdad es que hoy está siendo un día de bastante trabajo —Pedro sacó una larga lista del interior de su túnica y se la mostró al ángel Sealiah—. Mira esta lista, hoy han entrado en el Cielo cuatro millones de almas de todo el mundo y yo he tenido que pasar revista de los pecados de todos ellos por si acaso se habían equivocado de rumbo y debían ir abajo, ya me entiendes —dijo San Pedro guiñando un ojo—. ¡He tenido que abrir estas enormes puertas cuatro millones de veces hoy! En la Tierra todos están locos, joven ángel, con la cantidad de guerras y de hambrunas que hay allí abajo, cada día tengo más trabajo. Voy a tener que terminar por pedirle a mi querido Jesús que interceda por mí ante el Gran Jefe para que me dé unos días libres, ya sabes, con eso de ser su hijo tiene enchufe. Y bueno, supongo que a ti también te tendré que abrir las puertas del cielo, ¿no?

—Siento tener que molestarte, San Pedro, pero sí, me vas a tener que abrir las puertas. El Gran Jefe, como tú le llamas, quiere verme.

-Pues tienes suerte, no todos los ángeles pasan por estas enormes puertas —dijo San Pedro. Sacó una pequeña llave del manojo y la encajó en la cerradura, las enormes puertas se abrieron y dejaron salir la luz más brillante que había visto.

No había palabras para explicar lo que mis ojos azules podían ver, al final del camino de nube estaba el palacio, y dentro me aguardaba el creador de todo, por fin pude ver a Dios sentado en su trono de nube, a su derecha pude ver el trono de su hijo Jesús, pero estaba vacío.

—Adelante, hijo mío —dijo Dios; las piernas me temblaban, era la primera vez que podía contemplar a Dios, me paré delante de Él y le miré a los ojos.

—¿Dígame padre? —dije con voz temblorosa.

—Sealiah, hijo mío, tengo una importante misión para ti en la Tierra.

Me salió de la boca lo primero que pensé

—Padre, pídame lo que sea y lo acataré.

—Hijo mío, has olvidado lo que es el amor, todos los días sentado en tu pequeña nube olvidándote del mundo que te rodea. Para estar en mi reino tienes que aprender el significado de la palabra amor, por eso te voy a mandar a la Tierra como humano.
No me creía lo que estaba escuchando, iba a ser desterrado y a convertirme en un simple mortal.

—Sealiah, tienes dos años para saber el significado de la palabra amor; si pasado ese tiempo me das una respuesta correcta te alzaré a mi reino de nuevo, pero si ignoras el significado, pasados los dos años te quedarás en la Tierra para siempre.

No sabía qué decir, mi padre me estaba expulsando de su reino para ir a la Tierra con esos cavernícolas. De sus brillantes ojos salió un rayo abrasador, mientras mis hermosas alas blancas se desvanecían como si de polvo se tratase, me desvanecí.

—Hijo mío, no pierdas la esperanza pues es lo último que has de perder en un mundo tan complicado.

Cuando desperté no lo podía creer, estaba en la Tierra, el lugar más cruel de todos. ¿Cómo voy a encontrar amor en un lugar con tanto odio y sufrimiento? De repente el cielo se tiñó de una negra oscuridad, notaba que se acercaba una tormenta.

Todavía no puedo creerlo, primero me destierra a este cementerio y ahora me envía una tormenta.

(continuará)

No hay comentarios: