martes, 17 de noviembre de 2009

La inteligencia de los delfines, por Diana Fraile Atienza, Nivel II A


Inicialmente los delfines eran una especie terrestre y con el paso de los años se fueron introduciendo en el mar, se cree que en busca de alimento. Poco a poco fueron adaptándose al medio acuático y desapareciendo sus extremidades, pelo, etc. y transformándolos en aletas y un cuerpo aerodinámico que favorece la navegación.

Los delfines son sumamente inteligentes; de hecho, su cerebro es muy similar al del hombre y, en determinados aspectos, superior.

Los delfines mulares asocian un determinado gesto o sonido con un objeto concreto, rápidamente adquieren un vocabulario de verbos (tocar, buscar... ), después los asocian unos con los otros: toca pelota. Memorizan nociones adverbiales: encima, abajo, detrás, delante, arriba, a la derecha, a la izquierda, dentro, fuera. Por último, saben construir frases que tienen hasta cinco elementos.

Los delfines mulares dominan el sentido de las palabras, la semántica, disponen de un vocabulario de varias decenas de términos; dominan la construcción de las frases, la sintaxis, tienen acceso al símbolo, una forma de lógica, de abstracción. No sólo pueden decir si un objeto se encuentra en la piscina, sino también si no está, lo cual supone un grado superior de representación mental, y tienen memoria después de seis meses.

En los mamíferos que han vuelto al mar, las modificaciones de la función respiratoria es admirable. Las narices, convertidas en oberturas nasales o espiráculos, han tenido que desplazarse hasta la parte superior del cráneo; el diafragma ha tenido que reforzarse, y se ha tenido que suprimir cualquier comunicación entre el aparato respiratorio y el aparato digestivo para que los animales puedan comer debajo del agua sin ahogarse. La respiración es voluntaria y no un reflejo.

Los delfines tienen que obtener su suministro de agua aunque vivan en el mar, pero como el agua del mar es salina, no es conveniente para el consumo. Los delfines consiguen la mayoría de agua fresca que ellos necesitan cuando comen pescado. La piel del delfín actúa como una membrana osmótica, permitiendo que sólo entre en su sistema el agua y no la sal.

No todos los delfines se mueven a 30 nudos (54 Km/h), algunos pueden hacerlo durante un centenar de metros, como el delfín mular, el delfín común, la orca, la falsa orca o los calderones. La mayoría de las especies se propulsan durante kilómetros a unos 10 nudos (18 Km/h). Cuando van poco a poco, de paseo, la velocidad oscila entre 2 y 6 nudos. Parece ser que el récord de velocidad absoluto lo tiene la orca con 40 nudos (74 Km/h). Los cetáceos desafían las leyes de la física.

La verdad es que no avanza remando con las aletas: los miembros delanteros en forma de espátulas, tienen una función secundaria en la propulsión; sirven para la estabilización vertical y horizontal, favorecen los giros, las frenadas y las aceleraciones.

Estos animales pueden ubicar, por sonido, objetos del tamaño de una pelota de tenis a 120 metros de distancia y encontrar objetos a poca distancia del tamaño de un perdigón de escopeta. Esta increíble capacidad se debe a que el cerebro del delfín emite unas 700 señales sonoras por segundo, mientras que el cerebro humano tiene una capacidad analítica de sólo 20 o 30 señales por segundo. Es por eso que al bucear con delfines el oído humano capta una serie de chasquidos y clics.

Sin embargo, el delfín puede distinguir las pequeñas variaciones de la señal obteniendo datos muy importantes para el animal. Un delfín puede distinguir entre un plato de cobre y otro de aluminio aunque estén pintados del mismo color y puede distinguir entre un tubo hueco de uno sólido con su maravillosa capacidad mental.

Espero que os haya gustado este pequeño resumen de las capacidades mentales de los delfines y su gran inteligencia. Aquí os dejo una imagen mía con uno de ellos.

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