martes, 10 de febrero de 2009

Así sea, por Ricardo Fischer González


Desde que el Homo sapiens aparece en la naturaleza y empieza a competir con los demás seres vivos para poder subsistir entre ellos, el temor a lo desconocido, a la muerte, las enfermedades, los fenómenos naturales (eclipses, terremotos, inundaciones, etc.) le hace necesario una creencia a la que agarrarse para poder refugiarse en una esperanza, para poder sobrevivir y como explicación a lo inexplicable.
Dentro de todos los grupos coexisten alguno o algunos seres con un coeficiente mental más avanzado, lideran los grupos, y aprovechándose de trucos y de la ignorancia de los demás, someten su voluntad a su propio beneficio y a la esclavitud.
Estos brujos y chamanes caminan siempre por delante de estas sociedades. Hasta tal punto que aliándose con el poder, hacen creer a los jefes o reyes que lo son gracias a los dioses y que las batallas las ganan o pierden según la voluntad de estos dioses. Igual pasa con las enfermedades o desastres naturales, lo que conlleva a estos intermediarios tener un gran estatus social y ser dueños de grandes fortunas.
Han pasado miles de años desde el principio de la humanidad y el hombre, aún siendo más inteligente, con grandes descubrimientos en todas las materias y, por si fuera poco, en la exploración del universo, sigue confiando en que la solución de sus problemas está en manos de lo sobrenatural o en algún salvador.
En EE.UU. se han desarrollado unas elecciones y ha sido elegido presidente el candidato Obama, en el que se han depositado todas las esperanzas de cambio en la humanidad: acabar con la gran depresión económica, con las guerras, con el hambre, con la destrucción paulatina del planeta, con las corruptelas, etc.
Pero ya lo dijo en su primer discurso: todos tenemos que arrimar el hombro, ésa es la única solución y ésa es la única receta.
Nosotros somos los únicos culpables de los desastres ocasionados, de las guerras, del hambre, del deterioro ecológico, de las disputas territoriales, etc., y si somos capaces de pensar en que nuestros abusos, egoísmos, odios, desprecios y falta de respeto hacia los demás serán exculpados por alguna otra divinidad sobrenatural o algún chaman en vida estaremos cometiendo el mismo error que nuestros antepasados.
Eduquemos a nuestros hijos y a nosotros mismos en base a que los valores y la esperanza del ser humano están en el respeto a los demás, la solidaridad, la cultura, la ciencia, la igualdad y la paz entre todos los hombres y mujeres del planeta.
Dejemos enterrado en el pasado el egoísmo, el odio, la explotación del ajeno, la humillación, las guerras… Y pensemos en que la solución la tenemos en nuestra mano.

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