jueves, 12 de febrero de 2009

En prevención de Chafú, por Francisco Javier Yanguas

(Imagen de Wikipedia)

En una pequeña aldea del Levante español, existe la creencia de que un monstruo marino emerge del mar cada noche del 23 de junio o noche de San Juan, coincidiendo con el solsticio de verano.
Los habitantes del lugar describen al monstruo, apodado Chafú, como un extraño ser de tamaño semejante al de un elefante; cabeza de dragón, coronada con tres grandes y afilados cuernos; ojos vidriosos y sanguinolentos; cresta espinosa; camina erguido; sus patas delanteras son muy poderosas, terminan en unas temibles y afiladas garras; las traseras, musculosas, semejantes a dos grandes columnas de granito; la columna vertebral es arqueada, terminada en una gran cola huesuda. Ante tal apariencia, no es extraño el terror que sienten los aldeanos ante la sola mención de su nombre.
Desde tiempos inmemoriales, todos los años a las doce de la noche de la mágica noche, arrastrando su pesada cola, Chafú invadía la playa devorando con gran celeridad a todo ser vivo que encontraba a su paso. Por tal motivo, los lugareños desaparecían año tras año en esa fecha.
Hace mucho, mucho tiempo, apareció en la aldea un anciano de pelo canoso y andar lento que propuso a los aldeanos liberarlos del monstruo. Para ello debía quedarse sólo en la playa a recibir al malvado. Sólo pidió a cambio que le entregaran todos los objetos viejos de los que quisieran desprenderse. Accedieron a su petición. Bajaron a la playa sillas, mesas, trastos…; en fin, todo lo inservible. Después, abandonaron el pueblo como cada año.
El anciano amontonó todos los enseres en la playa, les prendió fuego unos minutos antes de la medianoche y se dispuso a recibir al monstruo.
Coincidiendo con las campanadas de la iglesia, Chafú fue emergiendo de las aguas del Mediterráneo asomando sus grandes cuernos en busca de víctimas propicias. Lo primero que vio frente a él fue la figura del anciano, y tras él una gran bola brillante.
El monstruo se dirigió hacia el anciano y éste corrió hacia la hoguera saltándola y encendiendo una gran traca de pólvora.
Chafú, al sentir el calor de la hoguera y el estruendo de la pirotecnia, sintió pavor y huyó hacia el mar.
Desde entonces, en la costa alicantina se celebra la Noche de San Juan saltando hogueras en la playa y haciendo gran estruendo, no sea que Chafú vigile desde las profundidades marinas.

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