jueves, 5 de febrero de 2009

El hombre y el viento, por Carmelo Sánchez Durán

Eolo (Eolo, dios del viento. Imagen de Wikipedia)

Una tarde de verano, con el cielo azul y el Sol en todo lo alto, estaba la tierra ardiendo de calor y la mar en calma. Pidió el hombre al viento que se moviera, pues lo necesitaba, y el viento le contestó:
—¿Tanto me necesitas? ¿Por qué me maldices a veces?
El hombre respondió:
—Sabes que te necesitamos, pues nos das vida. Necesitamos que muevas las nubes para que nos traigan agua, necesitamos que muevas el aire para que se muevan nuestros barcos, necesitamos que muevas las aguas para que tengamos olas que nos hagan disfrutar de las playas, necesitamos…
El viento le contestó:
—Bien, pero debes saber que yo soy quien os mueve y no debéis molestarme cuando descanso.
Al momento empezó a moverse el aire, navegaban los veleros, se movían las hojas de los árboles, empezaron a verse las nubes y llegaron las lluvias. Pero el hombre le dijo:
—Debes ir más deprisa, nuestros veleros llegan tarde, las lluvias no alcanzan todos los lugares. ¿Por qué no las repartes por toda la Tierra?
El viento respondió:
—Yo me muevo a mi antojo, hago lo que quiero y os demostraré con mi fuerza todo mi poder.
Formó huracanes que arrasaron todo lo que encontraban en su camino, hundió barcos, derribó casas y árboles, mató a hombres y animales e inundó la Tierra. El hombre lo llamó de nuevo para decirle:
—Te llamamos para que nos ayudes y no para que nos mates.

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