miércoles, 18 de marzo de 2009

El baile de las lobas, por Katerine

Imagen de Wikipedia.

La habitación maldita
Isabel despertó con la tormenta abatiéndose sobre su cuerpo. Torturada y ultrajada por Francois de Chaserón, amo y señor de las tierras de Vollore, la joven había sido abandonada en el bosque y sin ninguna muestra de piedad. Minutos más tarde, un aullido de lobo estremecería el castillo de Volloré, como confirmando el final de la pobre muchacha. Pero en su desgracia, Isabel encontraría refugio entre bestias más piadosas.

Se acercaba el final del año 1500 y, en el país de Thiers, un rumor comenzaba a extenderse de forma peligrosa. En los montes de Auvergne, una serie de salvajes e inexplicables ataques se habrían cobrado ya la vida de cinco personas; siempre sacerdotes, siempre de noche y siempre en plenilunio, razones más que suficientes para que algunas voces invocaran la intervención de algún poder demoníaco. O, quizás, aunque no menos inquietante, de la insaciable sed de sangre de un hombre lobo.

Preocupado por el impacto que semejantes noticias pueden causar en la corte de París, más que por la aflicción del populacho, Francois de Chaserón, señor de Volloré y Mantguerlhe, organizará una batida para dar caza a la extraña criatura. Pero como despótico amo de sus territorios, Francois pronto encontrará algo más afin a sus propios intereses: Isabeau Leterrier, la hermosa hija de uno de sus siervos, está pronto a desposarse, y el señor de Volloré no durará en ejercer su derecho de pernada, desencadenando una tragedia irreversible. En un desesperado momento de huida, el novio acabará muerto e Isabeau, deshonrada y posteriormente entregada a los lobos en implacable noche de tormenta. Desde ese aciago día, una historia de odio y venganza comenzará a escribirse, entre leyendas campesinas, la búsqueda de la piedra filosofal y el inquietante aullido de los lobos.

La venganza de Isabeau
Corre el siglo XVI y en Europa comienzan a agitarse las olas de las reformas. Son tiempos de incertidumbre y de peligros. En París, como en otras ciudades de europeas, la iglesia lucha por atajar de raíz las soflamas de un tal Lucero, en una pugna que amenaza con sacar los cimientos de la sociedad y la monarquía. Casi a la par, otra lucha más discreta pero quizás igual de determinante, va cobrando forma: el desafío final entre cuatro mujeres unidas por una misma maldición y un hombre tan despiadado como lo peor de las bestias.

Malos recuerdos, tristes y desgarradores recuerdos; nada más que eso habían quedado de las tierras de Volloré y Montguerlhe, y en el corazón de Isabeau. Y todo por culpa de Francois de Chaserón, aquel maldito que regía sus dominios como un verdadero demonio y que se havía convertido en la maldición de su vida, desde que la violara en su juventud. Nada ni nadie parecería capaz de dar su merecido al despreciable tirano de Volloré, y en su afán de vengarse, Isabeau no sólo se había visto condenada a apartase de sus seres más queridos, sino que, además, había perdido a Loraline, su preciosa hija. O, al menos, eso creía…

Casi un lustro después de visitar sus tierras de Auvergne por ultima vez, Isabeau se ha convertido en la costurera del rey, quien aprecia su compañía, y regenta en París un negocio de telas y bordados que surte a las damas de la corte. Un día, su hermana Albérie, loba gris y una niña de nombre Marie, que no es otra que su propia nieta, salvadas de las garras del destino casi milagrosamente, llaman a la puerta del negocio. Juntas, por primera vez, las cuatro lobas se prepararán para el enfrentamiento decisivo contra Francois de Chaserón, el momento esperado para que Isabeau culmine su venganza. Una espesa nieve cubría Auvergne, las cuatro lobas se dirigían a casa de Francois. Por la maldición fueron en forma de lobas, con lo que las habladurías se hicieron ciertas, la gente de Auvergne no tenían dudas de que ellas eran las bestias, y que no eran sólo habladurías. Las cuatro lobas iban a por su presa final. Francois estaba en su despacho cuando escuchó los aullidos de las lobas, cerró todas las puertas. Pero las lobas rasgaron las puertas, la rompieron a pedazos, lograron entrar y fueron directas a Francois. Lo devoraron, y el corazón de Francois lo dejaron para Isabeau a la que más daño hizo. Las tres lobas murieron y la niña quedó para desatar el pánico en Auvergne.

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