jueves, 14 de febrero de 2008

Ujué, un pueblo del medievo donde comer las mejores Migas del Pastor, por María Cristina García Martín


Ujué es un pequeño pueblo situado en la Navarra Media oriental y está dominado casi en su totalidad por la Sierra que lleva su mismo nombre. La Sierra de Ujué forma una especie de apéndice desgajado del conjunto montañoso formado por las Sierras de Alaiz, Izko y Orba, que se prolonga hacia el sur sirviendo de divisoria de aguas de los ríos Aragón y de su afluente el Zidakos.
La Sierra está partida por agrestes barrancos que buscan los ríos mencionados anteriormente. Ya en el pie de monte surge la laguna de Pitillas, laguna esteparia rebosante de avifauna que en la actualidad está catalogada como Reserva Natural por el Gobierno de Navarra.
Los orígenes de Ujué son confusos, desconociéndose la fecha exacta de su fundación. Antes de la dominación romana ya existían núcleos de población vascona diseminados por la Sierra.
El actual núcleo de población de Ujué arranca a finales del siglo VIII o principios del IX, cuando Iñigo Haritza erigió el castillo-fortaleza primitivo como una avanzadilla de su reino contra el Islam que se extendía por la Ribera. Curiosamente uno de los primeros relatos que tenemos de Ujué proviene de Al-Himyarí, quien nos habla de los castillos fortificados que formaban el sistema de defensa del Reyno de Pamplona. En su crónica escribe: "Otra localidad, de nombre Santa María, es la primera de las fortalezas que forma parte del sistema defensivo de Pamplona. Es la que está construida con más solidez y ocupa la posición más elevada".
Más tarde, Alfonso el Batallador conquista los reinos de Tudela y Zaragoza y ante la falta de acoso musulmán, Ujué entra en decadencia y muchos de sus vecinos emigran hacia la llanura. Al entronizarse en Navarra los reyes de la Casa de Evreux, Ujué vuelve a recuperar su importancia, pues los reyes Carlos II el Malo y su hijo Carlos III el Noble manifestaron su predilección por el santuario mariano de Ujué.
Su hijo, Carlos III el Noble, organizó frecuentes peregrinaciones al Santuario de Ujué, desde su corte de Olite-Herri Berri. Esta costumbre la mantuvo su hija, la Reina Doña Blanca de Navarra, quien al morir, ordena en su testamento ser enterrada en la iglesia de Ujué. Esta disposición testamentaria no se cumplió, probablemente por las guerras civiles que por aquellos años ensangrentaban el Reyno, y Doña Blanca quedó enterrada en Santa María de Nieva, donde falleció.
Con la conquista de Navarra por parte de la Corona de Castilla se produce un aumento de la población de Ujué. La orden de derribo de la fortaleza, dada por el Cardenal Cisneros, no se cumplió y la iglesia con sus dos torres almenadas y su cinturón defensivo permanecieron y se conservan en la actualidad como estaban antes del expolio del Reyno de Navarra.
El Santuario de Ujué fué atendido por clérigos de la Orden de San Agustín hasta el siglo XIII en que pasó a manos de clérigos seculares. De aquí procede que los párrocos de Ujué sean llamados Priores, por justo título concedido por el Papa Pío V.
Ujué sigue creciendo en población y riqueza de tal manera que aparece citado en el censo de las Cortes de Navarra de 1818 entre las villas más prósperas. El crecimiento continúa durante las dos primeras décadas del siglo XX y el año 1929 se alcanza la cota máxima con 2.009 habitantes.
En la actualidad, Ujué es un pequeño pueblo con apenas 300 habitantes, la mayoría son personas de la tercera edad y se ve muy poca gente joven. Hay muchas casas abandonadas, vacías y algunas en estado ruinoso. Pero Ujué se resiste a desaparecer, a perder sus señas de identidad como "Villa Realenga". Ujué y su sierra tienen recursos, en potencia, para resurgir del estado decadente en que se encuentra.
Esperemos que entre todos podamos fortalecer este pequeño y hermoso pueblo navarro que año tras año es visitado por un número cada vez mayor de personas interesadas en la cultura, el arte, la historia y su gastronomía, entre la que se encuentran las Migas del Pastor, que acompañadas de la chistorra exquisita fabricada en la zona, son un colofón extraordinario para una visita interesante y amena por los rincones de la Historia.

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