martes, 8 de marzo de 2011

En torno al dragón, por Héctor Curay


Imagen de Wikimedia.

El dragón posee la capacidad de asumir muchas formas, pero éstas son inescrutables. En general se lo imagina con cabeza de caballo, cola de serpiente, grandes alas laterales y cuatro garras, cada una provista de cuatro uñas. Se habla asimismo de sus nueve semblanzas: sus cuernos se asemejan a los de un ciervo, su cabeza a la del camello, sus ojos a los de un demonio, su cuello al de la serpiente, su vientre al de un molusco, sus escamas a las de un pez, sus garras a las del águila, las plantas de sus pies a las del tigre, y sus orejas a las del buey. Hay ejemplares a quienes les faltan orejas y es habitual representarlo con una perla que pende de su cuello y es emblema del sol. En esa perla está su poder. Es inofensivo si se la quita. La historia le atribuye la paternidad de los primeros emperadores. Sus huesos, dientes y saliva poseen virtudes medicinales. Puede, según su voluntad, ser visible o no a los hombres. En la primavera sube a los cielos y en el otoño se sumerge en la profundidad de las aguas.

Algunos carecen de alas y vuelan con ímpetu propio. Se distinguen varios géneros. El Dragón Celestial lleva en el lomo los palacios de las divinidades e impide que estos caigan sobre la tierra; el Dragón Divino produce los vientos y las lluvias, para el bien de la humanidad; el Dragón Terrestre determina el curso de los arroyos y los ríos; el Dragón Subterráneo cuida los tesoros vedados a los hombres. Los budistas afirman que los dragones no abundan menos que los peces de sus muchos mares concéntricos; en alguna parte del universo existe una cifra sagrada para expresar su número exacto. El pueblo chino cree en los dragones más que en otras deidades, porque los ve con tanta frecuencia en las cambiantes nubes. Paralelamente, Shakespeare había observado que hay nubes con forma de dragón.

El dragón rige las montañas, se vincula a la geomancia (especie de magia y adivinación), mora cerca de los sepulcros, está asociado al culto de Confucio, es el Neptuno de los mares y aparece en tierra firme. Los reyes de los Dragones del Mar habitan resplandecientes palacios bajo las aguas y se alimentan de ópalos y perlas. Hay cinco de esos reyes: el principal está en el centro, los otros cuatro corresponde a los puntos cardinales. Tienen una lengua de larga y al cambiar de postura hacen chocar las montañas. Están revestidos de una armadura de escamas amarillas. Bajo el hocico tienen una barba y las piernas y la cola son velludas. La frente se proyecta sobre los ojos llameantes, las orejas son pequeñas y gruesas, la boca siempre abierta, la lengua y los dientes afilados. El aliento hierve a los peces, las exhalaciones del cuerpo los asan. Cuando suben a la superficie de los océanos producen remolinos y tifones; cuando vuelan por los aires causan tormentas que destruyen las casas de las ciudades y que inundan los campos. Son inmortales y pueden comunicarse entre sí a pesar de las distancias que los separen y sin necesidad de palabras, y en el tercer mes hacen su informe anual a los cielos superiores.

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