viernes, 11 de marzo de 2011

La bodas de oro

Imagen de diariodemallorca.

El pasado 19 de febrero mis abuelos cumplieron 50 años de casados: fueron sus bodas de oro.

Al principio pensaron en volver a casarse, conmigo como padrino y una de mis primas como madrina, pero al final decidieron festejar este gran día con una comida familiar.

Una vez recogimos a los "novios" en su casa y nos reunimos toda la familia en el restaurante, disfrutamos de una gran comida y una mejor compañía. Durante la comida se contaron anécdotas, vivencias, recibimos la visita de un amable vendedor de cupones que, incluso él, nos hizo reír..., pero, sin dudarlo, el mejor momento fue la entrega de regalos. Durante el postre, el hijo mayor de mis abuelos, mi padre, les hizo entrega de un cuadro pintado a mano en que había escrito una frase que hará que jamás olviden lo especiales e importantes que son para nosotros; no recuerdo haber visto en muchas más ocasiones a mis abuelos tan felices, felices hasta el punto de emocionarse, de llorar de alegría. ¿El agradecimiento? Una canción cantada por mi abuelo que nos hizo sonreír y aplaudir a todos; una de esas canciones que hablan de la grandiosidad y el amor de una familia, una de esas canciones que, hasta al más duro de la familia le hace salir una lagrima.

Durante toda la comida recuerdo pensar, o más bien desear, que ojalá yo llegue a ser la mitad de feliz que lo son ellos, y hacer a los míos la mitad de felices que ellos me hacen a mí.

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